Aunque lo intuyes en las primeras 67 páginas, hay que llegar al último párrafo de la página 210 para entender en qué se centra el libro, “el camino espiritual que se explica en este libro ayuda a conectarnos con el Ser Superior y así sincronizarnos con su agenda y saber realmente qué es lo que se necesita atraer en cada momento de la vida”.
¿Y de los registros? Pues casi nada. Es decir, según el autor hay que realizar este camino para estar en la séptima dimensión, y ahí los registros es muy fácil canalizarlos. Amigo, en ese estado de gracia, de alta vibración es fácil canalizar registros y ser un creador de amor incondicional sin quedarte sin energía. Porque desde mi humilde experiencia, para canalizar registros akáshicos no hace falta ser pleno.
Una vez que asumes que el autor describe los pasos a dar para realizar un camino espíritu libre de apegos y circunstancias de anteriores vidas. Te relajas a disfrutar de su lectura, eso si, muy encapsulada, regada con múltiples ejercicios de decretos “repeticiones de oraciones cuál mantra para que se convierta en un hábito”.
Quizás, hay demasiado reduccionismo de temas importantes, de hecho el libro que me leí la semana pasada “el acompañamiento de almas” choca que se relativice tanto este tema aquí. Así que el resto...
Eso, si, sirve para entender de forma sencilla y amena, una cantidad de términos que empiezan revolotean como karma, viaje astral, lazos karmicos, merkabah, llama violeta, llama Triana, Dharma, etc...
Con lo cual, lo comido por lo servido.
Una sugrencia, eliminaría de la portada las palabras “registros akáshicos” porque no se dedica a ellos ni el 3% del libro, dando más valor a lo que si es “el camino espiritual para ser”. Lo cual, puede ser más estratégico.