Ayer Esther
Mucientes publicaba un artículo en el periódico El mundo sobre por qué somos tan felices en las redes sociales. Cuando todos sabemos que no
estamos en ese estado de alegría y sonrientes todo el día.
En la cultura
occidental el termino felicidad se acuño en el siglo XIX, ¿eso quiere decir que
antes no eran felices? ¿Tantos millones de personas que vivieron con total
intensidad y no fueron felices? ¿Cómo puede ser? Pobrecillos que insensatos…
Puede que
fuera porque en la cultura occidental dominada por la religión cristiana, recordemos
que al rey lo nombraba el Papa, el objetivo vital era ser bueno para no ir al
infierno y salvar nuestra alma… Vale que es un reduccionismo, pero son
divagaciones de bloguero.
Para algunos
la felicidad existe de la misma forma que existe la cordura, y las persona son
felices y/o cuerdas… Ok lo compro, pero me atrevo a dudar de la mayor, es muy
curioso que la aparición de la palabra felicidad, coincide con la revolución
industria, y se eleva a mantra con el fordismo, al trabajar los empleados
fabricando coches, que pudieran comprar asequibles, para que pudieran comprar cosas
para ser felices; y si tenían problemas de liquidez podían hipotecar su coche,
no vaya a ser que no pudieran ser felices.
Es decir,
creo que la felicidad es la zanahoria que nunca alcanzamos, pero ansiamos desde
que vamos a la escuela y nos forman para ser felices… Acepto, la alegría como
un estado reconocible, pero me declaro oficialmente agnóstico de la felicidad,
los datos no dicen que exista, es más tener fe en ella, un sentimiento interno
que a veces experimentamos, pero a veces, no siempre.
Ahora en
plena revolución de la nueva economía digital, del golpe de estado de la
tecnología, los europeos asistimos desnortados ante tal cambio, y al sacarnos
de la zona de confort, recurrimos a los coach para que nos ayuden a entender cómo
ser mejores trabajadores, líderes, compañeros… Y la solución que nos plantean
es el mindfulness o la atención plena, el ser plenamente conscientes del aquí y
el ahora… Si profundizas la cortina de humo marketiniana, llegas a la práctica,
a la meditación, al yoga, en definitiva al budismo. Práctica que hacia el gran
gurú Steve Jobs…
El mundo
está cambiando, y nosotros también estamos cambiando, es el momento, de desechar
el mantra de la revolución industrial y elaborar o adoptar otros mantras,
porque la felicidad y su búsqueda activa nos agotan en un nuevo mundo donde se
nos va a exigir ser la mejor versión del hombre renacentista.