Gonzalo Osés

Gonzalo Osés

jueves, 14 de mayo de 2020

#AdoptaTuRestauranteFavorito procedimiento


Al ver que Antonio Lorenzo de elEconomista.es se hacía eco de la idea que lancé para adoptar tu restaurante favorito, (enlace a su noticia), para arrimar el hombro en esta dura postguerra que nos espera. Voy a estructurar la acción.

El objetivo es ayudar a los restaurantes que están sacando a empleados del ERTE para lanzarse al mercado Take Away y comida para llevar a domicilio, para poder afrontar así los alquileres y otras deudas pendientes. 

Además, poder volver a hacer lo que mejor saben, hacernos felices a los demás, porque en sus restaurantes es donde celebramos los acontecimientos de nuestras vidas, y cuando esto pase, y podamos volver a juntarnos para celebrar la vida, es importante que los más de 200.000 espacios mágicos creadores de felicidad estén abiertos. 

Sugerencia de procedimiento:

1)  Calcula si puedes invertir 1,5 € al día

2)  Llama a tu restaurante favorito, o búscale en las redes sociales, para ver si están abiertos, o se están planteando abrir. Su teléfono suele estar en Google. 

3)  Sí están ofreciendo comida a domicilio, hazles un pedido de 45 € al mes. 

4)  Si puedes hacerlo cada dos semanas o semanalmente, genial.

5)  Envía esta sugerencia a los grupos de WhatsApp de familia o al de los amigos con los que vas allí.

6) Hazte una foto con su comida en tu casa y súbela con el hashtag #AdoptaTuRestauranteFavorito a las redes sociales Twitter e Instagram. Así, otros hosteleros que dudan sí abrir para crear comida para llevar, a lo mejor se animan a abrir al ver tu foto. 

Por ejemplo, el restaurante que me apasiona tiene 1.363 seguidores en Instagram, si cada uno de nosotros, les hiciéramos un pedido mensual de 45 € serían 61.335 €, si fuéramos la mitad serían 30.667´5 €. Lo cual, sin conocer sus costes, calculo que les daría para poder pagar las nóminas del personal básico, local, proveedores, impuestos y las medidas anti Covid19.

A lo mejor crees que una gota de agua no llena un océano, pero si algo somos los españoles es solidarios, y más si se trata de ayudar, ayudándonos a alimentarnos y celebrar la amistad. La vida, y que salimos adelante. 

PD: ánimo a El Tenedor y a Adopta un bar, a que amplíen sus acciones de ayuda a la restauración, adelantándose al momento Take Away, sobre todo a los que están en provincias en fase cero, porque de poco sirve anticipar bonos prepago de comidas en el restaurante, si no llegan a abrir porque les ahogan las deudas. Más que esperar a que abran, podemos acompañarles ya. La vida es ahora. 

¡Que aproveche!



miércoles, 13 de mayo de 2020

Adopta a tu restaurante favorito, el mío La Txaska Etxea



Hoy he amanecido leyendo la triste noticia de los 101.942 madrileños que hacen cola a diario para comer. Desde aquí, te propongo que adoptes a tu restaurante preferido, y con tu dinero salves de estar en esa cola a la quincena de empleados que suele haber en un restaurante, y que ahora están en un ERTE deseando salir a escucharte, servirte y sonreírte con la mirada. Hablamos de 280.000 bares y restaurantes en España, es decir, unos 4.200.000 de creadores de alegría, vida y riqueza para reconstruir el país.  

Ánimo a El Tenedor a adelantar su acción de bonos prepago para cuando puedan abrir físicamente el restaurante, a ahora, el momento Take Away que se la juegan en un ámbito que la mayoría desconoce. 

El restaurante que he adoptado es La Txaska Etxea, donde celebro los acontecimientos que me pasan en mi vida, y pago a gusto casi 50 €, sabiendo que también se puede comer de menú por 15 € entre semana o incluso de personalísimas raciones. Perdón, se podía comer de menú o de raciones antes del Covid19, pero digo yo, que, en algún momento, volverán a abrir su mítica restaurante en Legazpi, y ofrecer su embriagador servicio de sala. Donde se come mejor que en casa, y sin lavar los platos. 



Ayer tocaba celebración por todo lo alto, ¿qué celebraba? Pues que este lunes, Carlos Pérez levantó la persiana de ese templo gastronómico madrileño que es La Txaska Etxea, la máquina del placer culinario, cual Satisfacer para las papilas gustativas. 

El lunes en las historias de Instagram de @latxaskaetxea aparecía su carta de esta nueva temporada, con sus must que te desconfinan el paladar, transportándote al paraíso del placer desde tu casa. Fue duro, dejarme exquisiteces para las próximas semanas porque habrá que celebrar una vida post corona virus, y al final elegí: los tomates de la Txaska con ventresca, mollejas crujientes de cordero y su mítico bacalao a la vizcaína con esa salsa tan suya, y de postre Bolitas de frutas naturales

Otro regalo, ha sido ver a Juan, cuando me ha traído el tesoro a casa, como hace al traerlo a la mesa de la Txaska con su sonriente mirada. Es un placer veros en directo, porque la Txaska además de excelente producto y servicio, tiene mucha esencia de Maxi y de su equipo, tan bien liderado por Carlos, el cual, se ha pasado la pandemia, en vez de confinado en casa, ha estado confitando alegría de cientos de ancianos de residencias y sanitarios de hospitales madrileños donándoles las bolitas de vida en forma de bolitas de frutas naturales de El Copón de Isabel, su chica. Como dice Carlos “siempre sonrió a la vida, porque creo que la vida es muy larga, pero a la vez pasa ¡muy deprisa! Por eso la vivo con intensidad, disfrutando cada día y valorando cada paso que doy, creo que ese es el secreto para ser feliz Y poder transmitir a los que me rodean”. 
  

Más claro agua, destapar la ración de selección tomates con ventresca de La Txaska es un orgasmo que te eriza los pelos de la nariz al oler a los campos donde han nacido, y te recuerda a que huelen los tomates, y no es el corona virus quién me tenía anestesiado, si no, las grandes superficies. Por cierto, me guarde la mitad para degustarlos otro día y recordar cómo será pasear en el campo. 

Mi economía como autónomo no es boyante, ahora mismo, eso si no he parado de currar y de crearme mi próximo empleo para este año. He decidido ahorrar más en otras cosas, para ayudar ahora al equipo de personas que me hacen felices como es el de Carlos, que de sus 15 empleados saca a tres del ERTE para apostar por el Take a Way #MontateloEnKasaConLaTxaska. Llamar a 915 271 067 y recoger en Paseo del Molino 8 (Legazpi, Madrid) o te lo envían a casa.



Desde aquí, muchos ánimos y que sepan que no están solos a Juan, Jerry, Roxy, Michael, Carolina, Iris, Carlos, Walter, y a los que no se les ve, pero se aprecia su mano en la cocina, a Ionela, René, Fran, Claudio, Miriam y Ani. 

Porque la Txaska está muy ligada a la última parte de mi vida. Les conocí en septiembre del año pasado, gracias a Ana Hernández (sabe los secretos culinarios de Madrid), una semana antes de mi accidente de moto del que si estoy vivo será para algo. Recuerdo aquel lunes, que llegue de viaje a las seis de la tarde a La Txaska a la comida que continuaban Elisabethg Iborra, Sara Darkhaloui Sarah Darkhaloui y Maxi, no recuerdo si me atendió Carlos o Juan, el caso es que me merendé un solomillo que estaba sorprendente. Mientras alucinaba con la historia de Maxi explicando la esencia de ese templo. De mayor me encantaría hacer lo mismo. ¡Que grande Maxi! Muchas gracias por crear la Txaska. 

Pasado el susto del accidente, y del hospital, en cuanto pude dejar la silla de ruedas y pillar las muletas, me fui a celebrar la vida con los amigos que me regalaron su tiempo en el hospital de Toledo. Gracias desde aquí al equipo de enfermería. 



Desde entonces, cada vez que he celebrado mi cumplemes lo he celebrado en la Txaska, hasta que llegó el Covid19, y como vivo sólo, pues se vino el muy capullo a compartir piso conmigo el 17 de marzo. Menos mal que su vacile fue en modo leve, aparte de un par de sincopes. Ahora, ya recuperado y con la lección de humildad casi aprendida. 



En la Txaska celebramos el 46 aniversario de boda de mis padres, que se vinieron a Madrid a cuidarme tras la caída de la moto, dejando sus vidas en Málaga y me siguen ayudando en la distancia prestándome dinero y protegiéndose del bicho. ¡Gracias! ¡Padres no hay más que uno! Y los míos son cojonudos como los espárragos de pamplonicas. 



Tengo grandes recuerdos de comidas en la Txaska como la comida de noche vieja o la de exaltación de la vida, al volver a disfrutar de la presencia de mi admirada Elisabeth Iborra (genía y fugura) con Sarah y su gran amigo Edu al cual había presentado a Elisabeth la misma persona que a mi. Aquella comida, empezó un 10 de enero, el día de mi santo, a las dos de la tarde y acabo a las nueve de la noche porque las Elisabeth y Sarah tenían que coger un AVE a Zaragoza en media hora… Aquel día probé el manjar de dioses que es el ¡Wagyu! Que se quite la carne campaeona del mundo con 70 días de duración. Porque al paso que voy no tendré un hijo, pero habría que llamarle Wagyu. Las mollejas de cordero, estaban de lujo, y me abrieron el paladar a recuerdos de otras vidas. Lo siguiente serán los caños de bacalao… 


Lo del bacalao a la vizcaína con esa salsa choricera está de mírame y no te menees, cual viagra para el paladar de un foodie. ¡Redios! Sin palabras, vuelvo a salivar solo de pensarlo unas horas después de catarlo. 


Maxi, perdóname, no son los colores de Donosti si no del Pais Vasco. Que ya me veo a Maxi bilbaíno de pro, cancelándome los pedidos. Es la inercia que tenemos los hijos de guipuchis... Habrá que dirimirlo tras la bandera de la Concha de este año. 


El punto refrescante lo han puesto las bolitas de melón de El Copón, donde de nuevo he flipado con un melón que sabía a melón. Muchas gracias por recordármelo. Además, súper cómodo de catarlo, sin tener que pegarte, tan sólo disfrutar. 



En definitiva, ante el tsunami que estamos sufriendo es el momento de reconstruir nuestro estado de bienestar, el de cada uno de nosotros, rehaciendo nuestro barrio, nuestras relaciones con las personas, equipos, empresas que nos hacen felices, y plenos. En mi caso, como queda claro aquí, es La Txaska Etxea, y ¿el tuyo? ¿Cuál es? 

Por eso, te planteo el reto “adopta tu restaurante favorito” y llénales de felicidad pidiéndoles comida para llevar a casa una vez a la semana, y si tú economía no da, hazlo cada quince días o una vez al mes. Por ejemplo, a La Txaska tiene 1.363 fans en Instagram, si cada uno de nosotros pidiera comida una vez al mes serían 68.150 €, lo cual, sin saber sus costes, creo que daría para pagar al personal que se la juega fuera del ERTE, el local, proveedores, y todo lo referente a las nuevas medidas de seguridad e higiene anti bicho. Sería invertir 1,66 €  al día por cada fan en Instagram de La Txaska, si hiciéramos un pedido de 50 € una vez al mes. 

Porque los bares y los restaurantes son nuestra vida, el comercio y el bebercio han creado grandes relaciones, de amistad y de negocio, y ahora a las personas que regentan estos espacios de ocio y de negocio, nos necesitan. Les debemos nuestro apoyo económico, no solo nuestro ánimo y aplauso. A reconstruir un país se hace con hechos no sólo con palabras. 


Una sugerencia, ¿podríais incluir en la carta de temporada los míticos boletos edulis con su salsa o la seta de temporada que toque? Y luego en casa, intento imitar a Juan a darle el punto de vuestro aliño. 



Esta es la carta de esta temporada de La Txaska Etxea por si te animas a hacer una gran acción solidaria, a la par que sales del confinamiento y de tu ciudad, viajando a la esencia de la naturaleza, a la mar y a las montañas, donde crecen los protagonistas de mi templo culinario favorito. 







¡Buen provecho!

Reconstruyamos nuestra vida, sin dejar atrás a las personas que nos hacen felices. 






domingo, 3 de mayo de 2020

Recuperar la vida tras un Corona virus leve



Las comparaciones son odiosas, y la que no se aguanta ni cinco minutos es creer que el corona virus en modo leve, en casa, sin falta de aire que te invite a ir al hospital, pero con el resto de síntomas es como una gripe ¡Los cojones! 

Aquí tienes el enlace donde cuento mi experiencia de sufrir el corona virus en solitario

En mi caso, cuando un familiar de Covid se aburrió de maltratarme, he tardado un mes en recuperarme. Sí, porque te deja para el arrastre. Al quitarte las ganas de comer tu plato favorito por insaboro, unido a una fatiga de caballo. Llegas al final de la convivencia con el bicho, con la operación bikini ya realizada. A mí me quito los 4 kilos que había creado durante décadas de comercio y bebercio, para ser un lordzalamero.

El martes 31 de marzo, tras volver a mi temperatura normal de 35,6 y tras una semana sin casi síntomas, daba por concluida nuestra relación con Covid19. 

La sensación que tuve tras el Covid es recuperar ¡la VIDA! Sí, tal cual, volvía de un estado de fatiga física y mental extenuante. Levantarme de la cama, ducharme e ir a la cocina a desayunar en media hora, era como subir al Everest en helicóptero, volvía a ser un juego de niños, sin lobos en el camino en forma de sincopes. E incluso podía mantener una conversación por teléfono más de cinco minutos sin que me doliera la cabeza. 

El jueves 2 de abril, me atreví a entrar en ese cuarto que tengo por despacho, en mi casa, y poner el portátil encima de la mesa, sentarme enfrente, abandonando el sofá del salón. Fue curioso descubrir que cuando pones el portátil ahí, aparecen Outlook, Gmail, WhatsApp, y relegan a Netflix. 

Por la tarde, llamé a Mariajo Cano la mentora residente del coworking de la EOI y la Junta de Comunidades en Cuenca, para decirla que volvía al cole, a dar mis mentorias aplazadas por el Covid. Lo que no entendía es por qué en el cronograma de la siguiente semana aparecían el jueves 9 y el viernes 10 de abril como festivos. ¿Qué puente había en marzo si ya había pasado el día del padre? Mariajo me dijo que era ¡Jueves y Viernes Santo! Que fuerte, ya estábamos en Semana Santa…

El viernes 3 empecé mis primeras mentorias online de hora y media cada una, con Juan y Marta Luz. A pesar de mi cansancio, no sabes la gozada que fue poder estar unas horas hablando de algo que no fuera el corona virus. 

El finde recuperé el modo Neftlix, sofá y el portátil tomado por esta plataforma. No tengo tele. 

El lunes 6 de abril retomaba conversaciones con mis colaboradores, tanto de la startup de comida como con la productora de televisión, para pasar del modo charla de amigos a modo curro. 


El martes 7 y el miércoles 8 fueron dos días intensos, ya que enlace unas siete horas de mentoria online, más la video llamada diaria con mis padres, más alguna llamada más de móvil, que supusieron las 10 horas de atención plena de la cabeza, pensando que la vuelta al curro me sentaría bien.

Por lo menos, me sentí útil al ayudarles a crear estrategias comerciales gratuitas, a partir de las respuestas que les habían dado sus potenciales clientes, en el ejercicio de validación de su negocio que les había planteado. Estrategias que la mayoría podían poner en marcha en pleno confinamiento. 

El jueves 9 me centré en mi startup de comida, y a última hora me di cuenta que tocaba pagar el IVA del trimestre anterior, y la clase que di en marzo en el coworking de Cuenca, había que presentarla. Un efecto raro del post covid es que se me había olvidado el procedimiento de las facturas de la EOI, y mira que las llevo haciendo cuatro años. A lo mejor, influirá que llevaba desde octubre sin emitir una factura por el accidente que tuve en septiembre, pero normalmente en cinco meses no te olvidas de respirar. 

Hasta a mí me parece exagerado escribir esto, pero si sobrevives al entreno de un Covid, te obliga a un reseteo vital. Ves la vida de otra forma, e incluso te borra rutinas que tenías aprendidas. 

Del viernes al lunes estuve enfrascado en la propuesta comercial que le debía a un cliente, que aceptó posponer por mi estado con el Covid.

Martes y miércoles, startup de comida, donde nos dimos cuenta que tras unas semanas de shock volvíamos a tener una oportunidad en este nuevo mercado, a partir de julio. Así que tocaba y toca correr, para estar operativos. 

El jueves 16, tras 12 horas mirando el portátil, por mentorias online, videollamadas de otros clientes, me empezó a doler la cabeza, y empecé a sentirme de nuevo cansado, se me empezaba a hinchar el parpado inferior del ojo derecho y volvía a tener fiebre. Para colmo, saltaba la noticia en Korea del Sur, que 91 personas que habían superado el covid ¡volvían a dar positivo!

En teoría ya había pasado las dos semanas de cuarentena postcovid, pero con este bicho hay poca información de qué pasa luego. Así que me volví a armar de paciencia, por si fuera un latigazo de Covid, tan propenso a pegar un gancho de izquierdas cuando crees que ya todo ha pasado. Lo bueno, es que la curva de los hospitales se empezaba a aplanar y la sanidad pública entraba en una fase meseta. 

El finde el ojo y la fiebre fueron a peor, volviendo a un estado fatiga. Lo que me llevó a whatsaapear de nuevo a mi sobrino Juan Pedro por si era una blesfaritis, ya que decían que el Corona se podía manifestar por una conjuntivitis… Me dijo que no me preocupara, y que si seguía así en unos días que le diera un toque. 

Como nos aprisiona el miedo en nuestra mente. Mis padres me convencieron para que llamara a mi médica de cabecera del ambulatorio al lado de mi casa. Ahora que se había aplanado un poco la curva, quizá no les supiera mi presencia un estorbo. Porque con la que hemos vivido, lo último que quería es molestar a equipo sanitario de mi barrio donde vive mucha gente de la tercera edad. 

El martes llame por teléfono al ambulatorio y una de opciones era si tenías o habías tenido Covid, la persona que me atendió al decirla que tuve sincopes, me dijo que me llamaría mi médica. La cual, me llamó a las pocas horas. Me comentó que sería un orzuelo, por tener las defensas bajas y tantas horas de portátil, pero por si acaso, que fuera físicamente a su consulta, para descartar otras cosas. Y me dijo, intuyendo mi miedo a volver a pillar el covid, "tranquilo en la entrada te pararan y luego la sala de espera está vacía". 

El miércoles 22 de abril, más de un mes después de aquel 17 de marzo que sali de casa a la farmacia a por Paracetamol, volvía a salir de casa, y por causa mayor, que yo estaba mi a gusto en mi casa, ahora que había recuperado la pasión por la vida. Lo llaman síndrome de la cabaña, unido a que mi primo Pablo me traía la compra semanal y mi dosis de hummus, al cual me he vuelto adicto tras convivir con Covid, ¿será por el sabor a vinagre que me recuperó el gusto?

Ponerme la mascarilla ffp2, los guantes, el chándal, la sudadera, abrir la puerta de mi casa, bajar en el ascensor, caminar por el portal, mirar a la calle, ver que no hay nadie, abrir la puerta y salir.

Camine con paso decidido hacia el ambulatorio, de vez en cuando me cruce con algún perro paseando a su dueño, y en el semáforo las cuatro personas que aguardábamos para cruzar, intentábamos dejar unos metros entre nosotros. Al ver algunos coches parados en el semáforo y ver que sus conductores llevaban mascarillas, era consciente que seria.

Al llegar al ambulatorio veo gente con mascarillas esperando, pero a mi pregunta de si es la cola, no responden, así que me meto hasta la mitad de un túnel de 10 metros, ahí, un sanitario me para me dice que me ponga bien la mascarilla, y me pregunta a qué voy. Saco mi tarjeta sanitaria, le explico que tengo hora con mi doctora, y me dice que espere fuera, en la calle, ya que mi médica tiene una urgencia. Al rato aparece una ambulancia del Samur con sanitarios con EPis, pantallas y maletas, ¿será la urgencia de mi médica?

En la calle, me alejo de los demás unos metros, y me pongo a andar tres metros de ida y vuelta. Hace un mes que no ando fuera de casa, y había que disfrutarlo. Miro a derecha, a la izquierda, hace un día maravilloso, que sol y alucino con lo lejos que está ese cielo azul sobre mi cabeza. Entre los edificios y él caben pájaros volando, nubes y otras nubes, ¡qué pasada! Cuanto cabe ahí. Sí, sé que es el cielo, pero llevó un mes sin que mi mirada mire más allá de mis 30 metros del patio al que da mi casa. 

A la media hora, me vuelvo a aventurar a meterme en el túnel, y al llegar al control, me dice que pase a la sala de espera que mi médica ya está libre. Me impresiona ver el espacio al que dan todas las consultas, de unos 40 metros d largo por 20 metros de ancho, completamente vacío, solo estaba yo, y mis circunstancias. 


La consulta con mi médica fue genial, me dijo que era un orzuelo, me mandó una pomada, y ponerme calor. Me entró tanto placer, y satisfacción al saber que en principio el bicho no era el causante a priori, si no, el estrés de reengancharme al curro con las defensas bajas que me llene de alegría, y se me pasó preguntarla si había una lista de espera para hacerse test algún día. Bueno, daba igual, volvía a estar vivo y con una preocupación menos. Para que luego tu miedo no me bombardee el WhatsApp o el Messenger, decirte que no me hizo una prueba, si no que por la exploración que hizo y por mis síntomas vio que era un orzuelo. 

Fue curioso, que hace justo un año, ella me planteara que tenía que adelgazar, pues bien, gracias al Covid, conseguí quitarme los últimos kilos, y pesaba 12 kilos menos que hace un año. Estando en mi peso ideal para estar sano, aunque echo de menos mis lorzas de tanto comercio y bebercio.

Compre la pomada en la farmacia, y antes de volver a casa, baje la calle para ver los árboles y el césped de una plaza cercana, necesitaba ver naturaleza de verdad, no solo por el Netflix. Me acabe abrazando a un árbol para sentir la energía del planeta. Puede que estuviera 10 minutos en esa plaza en la que suele haber un montón de abuelos con sus nietos. Alucine como la naturaleza, estaba cubriendo los adoquines, y cómo me sentía que estaba haciendo algo ilegal, aunque no hubiera nadie, me fui para casa. 

Con la pomada, y agua caliente el orzuelo se fue retirando. También me auto impuse una dieta de mirar menos horas las pantallas. Lo cual, es jodido, porque al vivir solo, me paso un montón de horas mirando al móvil. O como ahora que llevo tres horas mirando el portátil. También whatsappee a mi sobrino para decirle que las aguas volvían a su cauce. 

Seguí en mi casa, y ayer volvía a salir a la calle para ir a hacer la compra, lo cual, para mi suponía un reto, otra vez ponerse la mascarilla, los guantes y al salir al portal, ver que había runners, footineros y paseantes para arriba y para abajo de mi calle, pero guardando la distancia de seguridad al tener una acera de seis metros. Cuando me lance a la calle tras una pareja que marchaba a buen ritmo, me pareció ser parte de una colonia de hormigas, unas en una dirección y otras de vuelta. 

La cola de espera para acceder al súpermercado, fue corta, y al cuarto de hora estaba dentro. Molaba volver a comprar en mi supermercado, y esta vez hice caso a mi madre y me compré algún capricho culinario, (mira el hashtag #nosolopapas en Instagram).

A la salida del súper como ya era más de las 10 y pico, todos los deportistas habían desaparecido, y mi calle volvía a ser un desierto. Al llegar a mi portal, me di el lujo de regalarme cinco minutos viendo los arboles de mi calle. 

Moraleja, cuando convivas con el Covid, en los próximos rebrotes, tómatelo con mucha calma, y paciencia, y cuando se aburra de ti y acabe vuestra relación, no te obsesiones por saber si queda algo de él en ti. Tan solo, se responsable sigue aprendiendo a aguantarte a ti mismo en tu casa, y si sales, respeta la distancia social, lleva mascarillas y guantes. En lo mental, recuerda que Covid no es una gripe, y si te reenganchas mi rápido al curro, con las defensas muy bajas como me pasó a mí, puedes tener una pequeña recaída. 

Tras covid no vale aplicar las normas de antes, donde centrarse en el curro, no te aleja de ti, y de tus preocupaciones. 

Tan solo un deseo,

¡Ánimo por la vida! 

Como la que representa el tomate que encabeza este post, y me trajo mi primo Pablo. 

Muchas gracias.