La pasada semana, el cierre del café Comercial, sacudía la escena barítima madrileña. Uno de los decanos echaba el cierre, sin avisar, de forma abrupta… Aparte de contarte que desde hace unos meses era donde invitaba a desayunar cruasanes a mis seguidores de Twitter, como decía Álvaro Sobrino, la esquina de fuera solía estar abarrotada, pero aparte de quedar ahí, pocos de los que lloran ahora entrábamos.
Lo mejor de todo han sido las no razones, para el cierre, con lo que me quedé con la mosca detrás de la oreja, más aún tras feisbuquearme Christian Osuna que en el local de al lado, iban a abrir un Hamburguesa Nostra, sustituyendo a la óptica…
Así que, aprovechando que el jueves cerveceaba por la zona, aproveche para pasar por el local del al lado, el mítico Vinos, regentado por Don Alfonso, a indagar qué ocurría, y sobre todo, a comprobar que el templo donde me ensañaron a tomar chatos no lo iban a cerrar.
Sobre las causas del cierre no están claras del todo, es un tema familiar, donde la siguiente generación, al otro lado del charco no entiende de iconos, que la señoras ni están cansadas (puede que sus sobrinos si), ni son tan mayores, el restaurante Hamburguesa Nostra, está para abrir desde hace semanas, pero ahora la propiedad, le pide una salida de humos que antes no era necesaria… con un carnicero se han ido a meter y no con uno cualquiera… Los enormes pisos del edificio los han dividido en tres cada uno, para alquilarlos, por lo que, puede que el hombre más rico del mundo, lo añada a su Monopoly particular, pero raro que acabe siendo una franquicia más… (En octubre puede que me coma con patatas del ex Patatus esto último).
Y ¿qué pasa con el local de Don Alfonso? Pues que como no es de renta antigua, le han ofrecido el oro y el moro, por irse, pero a sus 65 años, si te preguntas por qué no se va, es que no le conoces. Basta con observar cómo su perenne mirada de niño travieso, se ilumina al contarte, que hace varias décadas siendo economista, se pasó al otro lado de la barra del bar, regentada por la familia de su mujer, por puro amor hacia ella. El mismo, que destilara creando con mimo el vermut las próximas semanas, o recordando las más de 11.000 fotos que tiene con amigos de las últimas dos generaciones, si la de los millenials… y cada noche hace uno nuevo, que entra por primera vez y se va feliz. Más de un comercial se tendría que pasar a tomarse el vermut.
¡Salud!