Sin entender muy bien, que leches hacía encorsetado con las barras de seguridad, respirando cual parturiento primerizo, cerrando los ojos y agarrado como si no hubiera un mañana, subiendo poco a poco hasta los 100 metros de altura, como un edificio de 30 platas, como tirarse de las Torres Kio, por segunda vez en menos de 5 minutos... Para caer a los pocos segundos a 80 km/h y volver a poner los pies y la consciencia sobre la tierra, y darme cuenta que me he hecho mayor, que ya no disfruto tanto, como cuando me "tiraba" en la Lanzadera del parque de atracciones de sólo 60 metros de altura hace 20 años.
Vamos que es distinto lanzarse a nuevas aventuras empresariales a los 40 que a los veintitantos, estamos igual de locos, pero más maniatados. Lo bueno, es que, aunque la duna de la normalidad se vaya acercando granito a granito, sigue vivo en mi interior, el espíritu de lanzarse de nuevo, cual venganza enigmática.
Vamos que es distinto lanzarse a nuevas aventuras empresariales a los 40 que a los veintitantos, estamos igual de locos, pero más maniatados. Lo bueno, es que, aunque la duna de la normalidad se vaya acercando granito a granito, sigue vivo en mi interior, el espíritu de lanzarse de nuevo, cual venganza enigmática.
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