Se acaba agosto, han sido semanas locas de romper la rutina, los horarios. de hacer aquello tan esperado y tan diferente que anhelabas durante la primavera. Viajar, convivir con los seres queridos de nuevo al 100% sin jornadas laborales de por medio, ayuda a evadirse y sobre todo a conocerse, a recordarse como realmente eres, sin excusas ni ataduras, tan solo tú en estado puro. Donde muchas veces del dicho al hecho hay un buen trecho.
Septiembre espera rugiente a la vuelta de la esquina, nuevos proyectos esperan a ser lanzados a la piscina, haya o no agua, septiembre no espera. La segunda oportunidad de enmendar el año es ahora, y si no coges ese tren, hasta enero no tendrás otra oportunidad de coger una serie de olas que te lleven triunfador a la playa.
Con todo, sabiendo tus pros (muchos) y tus pequeños pero contundentes lastres, toca sanear los segundos, para dejar alcanzar ese éxito personal que tanto anhelas y te constriñes de forma inconsciente, repitiendo un patrón al que asistes absorto sin saber como una vez más se te ha descontrolado la cosa. Como el espíritu indómito y rebelde te sabotea la jugada.
Septiembre, rugiente, te espera para qué surfees sin que la rompiente te empuje contras las rocas, que provocan esos olas en forma de tubo tan bellas.
Buena ola
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