Decir que un autónomo y consultor freelance se va de
vacaciones, cual asalariado, y echa el cierre durante unas semanas, es falta a
la verdad, pero en agosto hay un pacto no escrito entre las partes del mercado,
por el cual, puedes y debes desconectar, porque lo que tus clientes no han
hecho hasta julio, lo van a querer hacer en la mitad de meses, y venderlo todo
en la vende motos Navidades.
En mi caso, me adecuo a mis vacaciones a mis clientes, con lo
que después de un breve testing, tenía “libertad de desconexión” del 1 al 22, ¡tres
semanas! Que al final, reales son dos porque la primera me dedique a cerrar
propuestas de temas pendientes…
Al principio, da pánico pensar que vas a un sitio a no hacer
absolutamente nada, más allá de comer, dormir, comer, sestear, playa, mar,
comer, dormir, ver a la familia, a la que ves una vez al año en 20 metros
cuadrados de playa, cuando algunos en Madrid viven a medio kilómetro, y cómo
no, los amigos veraniegos que año tras año coincides en las cañas Arregla
Mundos…
El plan era desconectar, y para ello, me di vacaciones en las
redes sociales, ni un solo post diario en
Facebook, twitter, Instagram o LinkedIn… Con la intención de dejar el
móvil en el cajón de la mesilla, pero al final, el móvil me ha acompañado en
otras redes, las cuales si hacen bueno su denominación. Ósea desconexión, si
pero no… Queda pendiente para las siguientes estivales.
Pasados los días, como si fueran semanas, me doy cuenta que
habría que cambiar el nombre a la acción, porque han sido más acciones haciendo
el vago que otra cosa, puras vagaciones, divagando con las formas de las olas,
las nubes, los granos de arena, la no espuma de las cervezas, las risas de los
amigos, los silencios del poniente, las letras de novelas…
Sólo hubo un día que me ataque pidiendo testimonios a amigos
para un artículo que en un par de meses veras, con cierta enjundia… Hasta que
un socio, me dijo, tira el móvil al mar…
Cuando leas estas líneas, habré vuelto a la carga, haciendo
lo que me apasiona, pero con la sonrisa interna puesta en tantas divagaciones
pensadas de tanto vagacionar, llegando un momento en el cual no saber en qué día vivia, y con el gusto de rebelarme a Facebook, y no contarle cómo había sido la comida, la siesta, el revolcón con las olas... Que lujo y que raro, elegir no querer contar al mundo con una sonrisa profiden cómo respiro... Lo único que no consigo arreglar es que mi cuerpo se rebela a volver a Mdrid y se pone en modo fiebre... Pero ya nos conocemos, así que de nuevo a a carga.