Vuelvo a la carga de la crítica de libros, y al igual que
hace un par de años, empiezo por un autor que me cambió la vida. Sir Seth Godin y aquel fantástico “El engaño del ícaro”. En este caso, ni más ni menos que
“"Todos somos un poco raros", el auge de las comunidades y el fin de lo normal”
de la Alienta editorial.
Este título no le hace la competencia a su hermano
mencionado, pero su fin es parecido, lo enfoca para el director de agencia de
publicidad, que ahora no puede sólo escuchar a un único target y desde ahí
transmutar poco el mensaje y casi no adaptarlo a las múltiples colectividades
con sus propios tótems. Si bien, es cierto que la inmensa mayoría vestimos más
o menos igual los colores de turno, se va aceptando que somos más un DNI, una
tarjeta de crédito y un voto cada 4 años, y eso quién lo heredó…
La aceptación de que todos somos un poco raros, me viene a
huevo para enlazar una reflexión que tuve hace unas semanas con Javi Moral de
Fangaloka en el último Fuck Up NIghts madrileño, y es que somos los raros, los
que nos salimos o nos apeamos del sistema antes o nos apearon por falta de
normalidad, los que ahora acompañamos e iluminamos parte del camino en la nueva
oscuridad a los normales, o ya ex normales, que no son asalariados. Medio
tranquilizándoles a convivir en la incertidumbre laboral total, pan para hoy, y
migas para mañana que veamos el camino de vuelta.
Si de algo estoy seguro, es que más allá de los vientos alisios
del emprendimiento estartapero, están los del autoempleo, freelance, autónomo o
más cool knowmad. Donde hay que animar a los buenos profesionales asalariados
de hace un lustro a dar un paso al frente salir de la fila, y exponerse para que
los clientes le quieran comprar sus servicios, prescindiendo de las capas de
cebolla de marketing y los de ventas de aquellas empresas normales del siglo
pasado.
¿Qué año habrá más raros que normales? ¿Nos convertiremos
otra vez en anodinos normales 25.0?