Cuando vengo a playa de vacaciones, siempre quedo a tomar unas cañas con un amigo que conozco de hace ya tres décadas. Esta vez, me tocó cambiar el modo #nosolopapas por un echarle un cable a palear y carretillear dos metros cúbicos de tierra, que mínimo son dos toneladas... y es que está reformado el Jardin, se ha cansado del césped y ahora está en pleno punto zen japonés...
Así, que he aprovechado para hacer ejercicio del sano y del que aportas valor a otros, con la gratificación de poder dar por el hecho de dar sin esperar nada a cambio. ¡Ah! Y no tener que pensar, tan solo ser un empleado, un mandado. Ahora entiendo a miles de empleados que se aferran a sus sillas...
Ahora deslomado, (tan solo estoy federado en el deporte olímpico de levantamiento de vidrio y barra fija), reflexiono sobre otro movimiento de tierras que hay que hacer ahora en Notre Dame.
Lo primero, no creo ni en los accidentes ni en causalidades. A la hora del incendio, Macron tenía que anunciar incendiarias medidas económicas para apaciguar a los chalecos amarillos... ¿algún francés ha preguntado por ellas?
Una catedral no puede ser el símbolo de la cultura europea, y menos la francesa. La revolución francesa reivindicó la igualdad, fraternidad y libertad, y se guillotinó al rey que lo era por la gracia de Dios... Además, en estas fechas, se recuerda las enseñanzas que Jesús pudo decir, muy alejadas de “rescatar reliquias” y más aún de la justificación del Papá emérito sobre que la culpa de la pederastia en su clero es por la libertad de Mayo del 68, donde justamente los alumnos franceses exigieron a los profesores que eran iguales que ellos y había que dialogar no imponer...
Quemada la catedral a pocas semanas de las elecciones europeas, es un aliciente para que la masa electoral de la unión europea vuelva a recordar la igualdad, la fraternidad y la libertad.
Es momento de reconstruir no solo una estructura de piedras, si no hacerlo con la mentalidad, actitud y talento que somos en 2019. Ya hay startups capaces de imprimir en 3D en cemento, y una de ellas europea de la península ibérica.
Si de verdad se convoca a la cultura europea actual, no puede ser para replicar un modelo en el cual no cree y contra el cual han luchado miles de personas durante generaciones.
Es momento de restaurar otro catedral, una que no priorice lo material, ni reliquias, ni cuadros, si no, que potencie valores democráticos y europeos, empezando por la convivencia y el dialogo con el diferente. La Unión Europea está ante su última oportunidad de reinventarse o plegarse ante los lobbys alrededor de Bruselas que ponen palos a las ruedas de la innovación. ¿Qué Europa quieres: una libre, igual y fraternal? O una oxidada donde “por la gracia de dios” se veneren cosas materiales por encima de personas.
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