Para no
perder el tiempo en luchas intestinas en las redes sociales, tengo que aclarar
que en la práctica y con los limitados conocimientos que tengo ahora mismo para
canalizar el talento, hasta yo tengo que hacer trueque con el esfuerzo, en
forma de motivación.
Pido
disculpas a quien se sienta atacado/a por mis palabras en "Sin el sudor de tu frente II", pero es un desarrollo
para mapear cómo puede ser nuestro ámbito personal, dentro de una década. Que intente
mapear la transición a la tele transportación, no significa que sustituya a mi
moto para desplazarme ahora mismo. No obstante, si alguien quiere dialogar con posiciones
contrarias le invito a que lo haga aportando una alternativa, como escribe
César Bona en "La Nueva Educación" (Plaza Janes).
Volvamos a la
cuestión, si para cocinar no frotas dos lascas de piedra para hacer fuego, (y
mira que sería una gran motivación conseguirlo), ¿por qué tenemos que hacerlo
para realizar las acciones que nos proponemos? Es un auténtico sin sentido.
Más aun,
como escribe Raquel Roca en el libro “Knowmads” (Lid) hemos pasado de un modelo
industrial, sólido y definido (Hardware), donde nos habían ninguneado e
igualado a la baja para hacer de robots no pensantes, a la economía de la
información, líquida y adaptable al medio, (software), donde basta con tener un
móvil y saber inglés para hacer consultoría a cualquier empresa del mundo,
desde tu casa.
El sistema educativo
está innovando y tranzando un acueducto para regar los campos fértiles de la
motivación y la perseverancia con el oro transparente que es el talento. Enseñando
a hablar en público, a argumentar y tener un pensamiento crítico… Enseñando a
ser humano… Me da vergüenza que todavía estemos tan atrasados.
Recuerdo las
palabras de Joaquina de Instituto Hune (Humanidades y Negocio), cuando estudie el master de comunicación aplicada, “enseñamos a las personas a comunicar
lo que quieren hacer, para que sean quienes dirijan su vida”. La revolución
puede que pase por potenciar el dialogo (sin gritar). Por ahí van los primeros
pasos, aprender a decir no, no al cerebro reptiliano, no al miedo. He escuchado
a más de un gurú del emprendimiento, decir que un líder sin miedo es un loco,
porque puede arrastrar a toda la empresa a que salte por la ventana…
Sobre
aprender a decir no, de nuevo doy las gracias públicamente a Felix Lozano de
Team Labs por el artículo que me envió “Menos es más” de Raimón Samsó (El País) y el principio
de Pareto, por el cual, el 20% de nuestro esfuerzos es responsable del 80% de
lo que conseguimos, la clave está en identificar ese 20%.
Discrepo con
Raimón porque su guía para afrontar el reto no suele servir, es decir, plantea empezar
por el esfuerzo más complicado, para luego ir a por los demás. El problema es
que se olvida de la procrastinación (comprometerse a hacer algo y no hacerlo jamás,
o alargarlo hasta que aparece un deadline externo). Esta palabreja castra la
actitud de la persona y olvidándose de asumir un reto en vez de cuatro.
¿Cuántos adolescentes están varados camino del paro? ¿ A cuántos les gustaría decir a las claras lo que quieren hacer como los All Blacks? En vez de quedarse mirando a verlas venir.
La cuestión
no es combatir la procastinación, sino como eliminarla del tablero,
¿Qué escenario tenemos que crear para que la palabreja caiga en desuso?
No entiendo demasiado de coaching ni motivación personal. Aunque he de admitir que en mi currículum se cuentan un par de empresas y proyectos a raudales. Pero lo que sí puedo decir con seguridad, por lo que comentas más arriba, es que la educación no está haciendo nada por cultivar la motivación. Es una quimera. Un fantasma. La gente inquieta es inquieta por naturaleza. También hay quién prefiere trabajar sin complicaciones ni responsabilidades, cosa muy loable, pero diametralmente opuesta a ninguna iniciativa de coaching personal (ni si quiera en su vida privada).
ResponderEliminarEn mi experiencia he descubierto que del porcentaje que comentas arriba una gran parte se reduce al interés más puro, a la curiosidad. Otro porcentaje importante es la tozudez y perseverancia. Esto último va completamente en contra de la procrastinación. Admitámoslo, todos nos damos a ella. Pero la fina linea que separa la procrastinación de la desidia no está nada clara. Y la desidia es un ingrediente del absoluto fracaso.
Tal vez mi manera de ver el éxito no sea demasiado sofisticada, (y tampoco es que haya labrado grandes éxitos en mi vida a vista de otros). Pero me siento más que satisfecho de lo que he conseguido porque lo he conseguido yo solo. Y eso es mucho decir.