Gonzalo Osés

Gonzalo Osés

martes, 29 de octubre de 2019

¿Cuál es tu nombre?



Tras el accidente, mis gafas se debieron quedar por la autopista, así que llevo las de repuesto. Las cuales, deben tener algo especial, porque me han enseñado a ver la vida de otra manera, sobre todo a interactuar con los demás. 

Desde entonces, he conocido a medio centenar de profesionales de la atención sanitaria, dispuestas a ayudarme en mi recuperación: auxiliares de enfermería, conductores de transporte sanitario, médicos, enfermeros, recepcionistas, fisioterapeutas, administrativas. Todas son trabajadoras, y por las cuales les pagan.

Lo que ha cambiado, es mi forma de verles, de observarles como ejecutan su trabajo diligente y eficazmente. Para darme cuenta, que son humanos. Es decir, no son robots, por mucho que nos hayamos dejado educar como tales, donde te pagan por ser útil, sin más. En cambio, son personas con una actitud tan positiva que te llenan de alegría, a pesar de que su empleo sea tan solo un eslabón de la recuperación sanitaria. 

Desde entonces, tras un primer dialogo donde te indican como actuar, he preguntado tanto a la persona que me lavaron en el hospital, hasta el que me traslada de mi casa a la rehabilitación, pasando por quienes me han curado las heridas o pedido el transporte, ¿Cuál es su nombre? En ese momento, se paran un segundo, sonríen, sobre todo con la mirada, espejo de su alma y se crea un momento mágico, lleno de luz y conexión, porque seguimos siendo seres sociales, que podemos vibrar en la misma frecuencia, resonando en el universo. 

¡Feliz pregunta!
  

miércoles, 23 de octubre de 2019

Sonríe


Desde hace un mes, me muevo (temporalmente) en silla de ruedas, y comprendo los baños adaptados para acceder con ellas, que cuando estudie diseño de producto lo veía más como un añadido…

Ayer fue un día largo, tocaba revisiones médicas y la cosa, se fue alargando entre consulta y consulta hasta la tarde, para que me pudieran hacer una prueba para ver que todo está en su sitio. El caso, es que me recomendaron un restaurante de los 3B (Bueno, bonito y barato) a 200 metros, que no degusté porque tenía una escalera de 10 peldaños como acceso… Eche una mirada rápida alrededor y vi que en el local de al lado, tenía una rampa de acceso, y haya que fui, olé, a comer pizza.

Dentro, me encontré con la interesante oferta que preside este texto, y allá que fui, a hacerme una foto partido de risa, riéndome de mí mismo, y ¡que bien sienta!. Porque en tu mano está tomarte la vida con una sonrisa, y de buen humor, y hacerla más agradable a los que conviven contigo que, estar en plan víctima enfadado con el mundo.

Al final, ni somos perfectos, ni falta que hace, y entre el blanco y el negro hay muchos grises. Cuando decides no tomarte cada bocanada de aire por la tremenda, pues la vida es mucho más divertida. 

¡Feliz sonrisa!

jueves, 17 de octubre de 2019

Desenroque del ego


Esta tarde hacia las tres de la tarde más o menos, hace cuatro semanas que la vida me respondió a mis preguntas vitales, de cómo ser asertivo, ponerme en valor, y dejar de querer agradar a todo el mundo. o cómo dejar de vivir en automático, mirando para otro lado cada vez que mi alma me cuestionaba, si ese era mi propósito vital.

Desde entonces, sonrío para brindar a la vida mi gratitud por estar vivo. 

He aprendido a ser asertivo, a que no me valga cualquier reacción de mis interlocutores, a que no todas las personas tienen algo que aportarme en mi camino. A respetar y tener paciencia con las que sí me aportan, y mucho. 

A no dudar de mí mismo, en vez de contaros lo que voy a hacer, o a quejarme sobre h o b por las redes sociales de captación de datos, me pongo a ello, paso a paso. Empiezo a respetarme, a amarme. 

Y sí, tuve un toque de atención de la vida, que en modo de vivir materialista y denso que respiramos, puede llevar a muchos a preguntarme en bucle que tal mi recuperación física, cuando lo importante es mi sanación de conciencia. Así que hazme un favor, no me llames para preguntarme qué tal estoy, si no qué aprendo cada día, o lo que se te ocurra que mire a la vida de frente y podamos aportarla. 

El gran aprendizaje ha sido, a desenrocar mi ego, de mi castillo, dejar de encastillarme en ideas tan identitarias como llevar mi casa, frente a la forma que tiene mis padres de hacerlo, que dejaron todo por venir a cuidarme. O Antes de ayer, con un amigo que quería empujarme la silla de ruedas en el centro sanitario, mientras yo quería autopropulsarme para sentirme autónomo. Menos mal que él tiene menos ego que yo. 

Resulta curioso cómo en este denso planeta nos asimos a ideas artificiales que tienen muy poco que ver con la esencia de la vida. ¿Por qué nos hemos educado sin saber respetar a una persona que piensa lo contrario que nosotros? ¿Por qué no puede haber infinitos puntos de vista diferentes de la misma situación? ¿En qué invalida a una persona que actúa de forma distinta?

Buscando un post mío antiguo me encontré con este “plegar egos” que escribí hace casi un año, donde decía “Para 2019, me bajo de la confrontación, aunque no tengo claro cómo lo voy a hacer”. Menuda lección me está dando la vida, sin tanto enroque de mi ego. Curiosamente la vida es mucho más fácil, llena y plena. 

¡Feliz desenroque!

PD: si lo que digo te parece una chorrada, perfecto, ningún problema, tan solo es mi reflexión, no una bandera que hay que defender contra hermanos y amigos. 


sábado, 12 de octubre de 2019

Dejarse ayudar

¡Joder!  

Como ayudador que soy, ¡Qué difícil es dejarse ayudar! 

Porque de forma natural creo puentes que acercan personas que están a ambas orillas de un río intentando dialogar. Tan solo por el placer de hacerlo, sin esperar nada a cambio, sin el marketiniano gesto de dar para recibir, con el que el vetusto sistema educativo social intenta reinventarse, tras siglos de promocionar la competencia entre personas recién nacidas, sin hacer caso ni de sus dones ni sus talentos. 

Vale que seamos seres sociales, porque se nos ha olvidado curarnos y educarnos a nosotros mismos. Y tengamos que ceder para que otras personas nos ayuden. E incluso cuando tenemos un grave accidente, como me pasó a mí hace tres semanas, el equipo médico de la UCI del hospital Virgen de la Salud de Toledo, no solo me salvó la vida, si no que evitaron que tuviera graves secuelas físicas de por vida. Gracias.

De la misma manera, estoy recibiendo la energía en forma de reiki a distancia, de personas de luz, que me están ayudando mucho en la recuperación de mi cuerpo a una velocidad que me asombra hasta a mí, comparando con otras lesiones que tuve por caídas en carretera en otras décadas. Quizás, la clave de su ayuda es que me la han dado sin esperar nada a cambio.

Y tienes que entender, que no se trata de recuperarme para estar cómo antes del accidente, si no, comprender qué mentalidad y actitud me llevaron a esa situación, a vivir mi vida en automático. Toca sanarme y encarar esta oportunidad vital de forma plena y consecuente con quién soy, y lo que he venido a aprender, transmutar y qué conocimiento aportar a la sociedad. 

Lo difícil, llega cuando decenas de personas quieren ayudarte con su presencia física. Así que hace dos semanas, aprendí a ser asertivo y bajar del pedestal a las personas que más que ayudar, querían limpiar su energía con la mía, poniendo en valor lo que creían que me ayudaba cuando lo único que hacían era inflar su ego. 

Lo realmente complicado, viene de mi círculo más cercano, sobre todo de mis padres y amigos, que por fin, los cuento con los dedos de las dos manos, y no con el Facebook, los cuales han dejado lo que estaban haciendo y se han venido, a cuidarme, todo el día (mis padres) o a ratos (mis amigos). Al principio, cuando estás sin energías y sin casi fuerzas, se agradece todo. 

El problema comienza cuando empiezas a recuperarte, cuando tus genes te recuerdan que has nacido para estar de pie, para andar, para valerte por ti mismo para aportar a los demás, para poner en valor a cada persona.

Aquí es donde te cortocircuitas, por ejemplo, con los enfermeros que piensan que tu cuerpo es como un saco de patatas, porque pueden pensar que la mayoría de personas al nacer delegan todas sus decisiones y deciden ser ovejas, para que otros decidan por ellos qué, cómo y cuándo. Pero los que hemos nacido lobos, intentamos valernos por nosotros mismos. ¿Por qué les cuesta tanto preguntar si puedes hacer una cosa? Es la forma más sencilla de aceptar que todavía necesitas su vital ayuda para moverte o trasladarte.

Lo realmente jodido de gestionar, es cuando el karma se venga de mí por la cantidad de personas que he subido a las mesas para que desfilen su talento, y sean conscientes de que son la referencia en lo que les apasiona, en vez de sentarse tras las mesas de forma sumisa para aprenderse de memoria lo que diga el docente de turno. 

Pues el karma me está dando con toda la mano abierta. Porque al final, en las personas que más confío, las que lo dan todo por mí, desde mi vida, a su tiempo lineal actual, utilizan una estrategia que para mi asombro también obtienes iguales o mejores resultados que los planificados por mí, en mi día a día actual, donde la acción más nimia es digna de un gabinete de estrategia. 

Moraleja, la lección de esta semana, es aprender a tener paciencia, y a dejarme ayudar, por las personas que realmente son mi círculo cercano, y por los profesionales sanitarios que me están ayudando a estar cada día más sano. Me da que debe ser el colmo de un ayudador, dejarse ayudar. 

¡Feliz paciencia!


jueves, 10 de octubre de 2019

Pasar el mono digital



Mi uso del móvil es abusivo, así que, en cuanto vi que se publicó el libro de Jimmy hace tres semanas, me lo pillé, con la expectativa de aprender a ponerme en modo avión… 

Dos días después, la vida me dio una nueva oportunidad vital, y una semana después, batí todos los récords anuales personales de contestar llamadas y WhatsApp, hasta llegarme a saturar bastante. Y aprender a ser asertivo. 

Así que, ahí voy, con un libro que se podría llamar “como pasar el mono digital”. Porque a priori lo ves fino, de tan sólo un centenar de páginas, y te dices, por fin, unos autores que van al grano… 

¡La leche! Qué si van al grano, es un curso de defensa personal, entre tú y las dependencias que nos hemos dejado crear para que (sobre todo las redes sociales) nos espíen gratis y sepan qué publicidad (de pago) tienen que hacer las empresas en nuestro muros y Time Lines. 

Así que, más que leérmelo del tirón, decidí entrar en la guerra de trincheras que es cada capítulo. Reconociéndome en mucha de las situaciones, y atreviéndome a echarle un par de huevos con sus sugerencias prácticas… y oye. Da vértigo, pero sienta bien. Aunque ahí sigo, haciendo los ejercicios a regañadientes y engañando a mi miedo social. 

Sí, hay dos cosas que no me molan, y espero que los autores  se salgan de la tangente de la tendencia social actual:

1) Que sigan planteando canales digitales tanto para mantener la comunicación con los autores. Habiendo cartas de correos y apartados de correos offline, ¿para qué quieren LinkedIn? Aunque yo también utilizo lo digital para comunicarme ahora, ¿seremos capaces de desengancharnos? ¿Podremos reducir nuestra dependencia? ¿Convivir con lo digital sin que resulte enfermizo? 

2)  Vale ya de tanta certificación y tanto papelito que dicen que según quien te habilita para hacer x. ¡Ya Vale! En esto, de conseguir desengancharse de los objetos escuchadores de las marcas de las apps, ya es todo un reto. ¡Somos personas! No código de barras a tanto el kilo, aunque Cambridge Analytica demuestre lo contrario. Y espero que los autores no se les ocurra montar la enésima asociación que te certifica para todo (Coach, mentor...) menos para ser persona. 

¿Recomiendo el libro "Máster en desconexión digital?" Sí, pero si tienes huevos u ovarios para vivir sensaciones fuertes con tu dependencia digital. La experiencia merece la pena y es personal, sin selfies de Instagram, y sin postureo de influencers. Tan sólo tú, sol@ ante tu peligro, como miles de millones de humanos más, intentando evitar que nos cuenten el cuento de la lechera, y nos lo creamos a pie juntillas  no solo en lo comercial, si no, en lo político, en lo social y en lo vital. 

¡No hay huevos u ovarios! 

martes, 1 de octubre de 2019

¿Ayudas?



En una semana he podido conocer el reverso de cada persona. Y vaya por delante que todas son buenas como sus intenciones, pero hasta qué punto, cuándo ayudamos a otras personas, ¿anteponemos nuestro ego al bienestar de la persona a ayudar? Como me comentaba ayer mi amiga Leonor Calancha

He podido comprobar como las personas que me buscaron el jueves 19 de septiembre tras no llegar a mi trabajo, y cerciorarse que pasaba el peligro en la UVI el sábado 21, o me visitaron en el hospital hasta hace una semana, se han mantenido en un discreto tercer plano, turnándose para recibir mis buenas nuevas, y estando para lo que necesite, sabiendo que la vida continua y son parte de la mía. Gracias.

Por el contrario, he sufrido un bombardeo de decenas de personas que hace años que no me llamaban, inmiscuyéndose de repente en mi vida y la de mis padres. He recibido ristras de mensajes de teléfonos que no tenia grabados en plan "ya me han contado, lo siento, espero que estes bien, bueno no sabes quién soy".... Hasta, ha habido alguna persona que no había venido a mi casa en décadas y se plantó a hacernos la cena, como si mis padres fueran inútiles. O personas que han aprovechado para radiar cada minuto mío en chats familiares sin que nadie se lo hubiera pedido. 

¿Tan vacías tienen sus vidas que necesitan vivir a través de la desgracia de los demás? ¿Tan necesitadas andan de energía? ¿Dónde quedaron sus propósitos vitales? ¿Son conscientes de que más que ayudar complican la recuperación? ¿Saben qué es la inteligencia emocional? Y ¿La inteligencia energética? ¿Qué sentido tiene que muestren su pena, pero no su camino de luz y sigan sonámbulas en su qué hacer diario?


Admiro a Carmen Vázquez de Castro porque me invitaba a ser compasivo con todas estas personas, y aguantar carros y carretas, porque podría ser la única manera que saben estas personas de aportar valor y sentirse bien. Personas que necesitan venir a recordarme el accidente, y acompañarme en mi pena. Pero, ¿qué pena? Si ¡estoy muy vivo! Y desando aportar de verdad a los demás. 

Como me explicó Elisabeth Iborra, es momento de anteponerme a los demás, dejar de tener que caer bien, y de gustar a todo el mundo, (deporte que admito, soy un gran profesional). Vamos, amarme a mí mismo, para poder de verdad amar a los demás, porque los que me quieren tal como soy, me van a querer igual. Y los que no, les ahorro sonrisas fingidas. 

En definitiva, aquí ando, con sentimientos contrariados, sobre todo, aprendiendo de la bella lección que me han dado los seres de luz como Jesús  y Maria de Cuenca, y Berta, que me han transmitido su energía positiva a distancia. 

Muchas gracias a todas las personas por sus enseñanzas.

PD: Una amiga me ha preguntado por qué me he ofendido tanto de personas que se han acordado de mí, en un momento de dolor. Sencillo, de nuevo, he puesto a personas en un pedestal, para darme cuenta, que muchas "se vuelven vulgar al bajar de cada escenario" (como dice la canción) al cual las subí sin que me lo pidieran. Pues ya, se acabo, lo de pensar que todo el mundo tiene algo bueno que aportar. Lo cual, no quita que me empeñe en ayudarlas.