Gonzalo Osés

Gonzalo Osés

martes, 1 de octubre de 2019

¿Ayudas?



En una semana he podido conocer el reverso de cada persona. Y vaya por delante que todas son buenas como sus intenciones, pero hasta qué punto, cuándo ayudamos a otras personas, ¿anteponemos nuestro ego al bienestar de la persona a ayudar? Como me comentaba ayer mi amiga Leonor Calancha

He podido comprobar como las personas que me buscaron el jueves 19 de septiembre tras no llegar a mi trabajo, y cerciorarse que pasaba el peligro en la UVI el sábado 21, o me visitaron en el hospital hasta hace una semana, se han mantenido en un discreto tercer plano, turnándose para recibir mis buenas nuevas, y estando para lo que necesite, sabiendo que la vida continua y son parte de la mía. Gracias.

Por el contrario, he sufrido un bombardeo de decenas de personas que hace años que no me llamaban, inmiscuyéndose de repente en mi vida y la de mis padres. He recibido ristras de mensajes de teléfonos que no tenia grabados en plan "ya me han contado, lo siento, espero que estes bien, bueno no sabes quién soy".... Hasta, ha habido alguna persona que no había venido a mi casa en décadas y se plantó a hacernos la cena, como si mis padres fueran inútiles. O personas que han aprovechado para radiar cada minuto mío en chats familiares sin que nadie se lo hubiera pedido. 

¿Tan vacías tienen sus vidas que necesitan vivir a través de la desgracia de los demás? ¿Tan necesitadas andan de energía? ¿Dónde quedaron sus propósitos vitales? ¿Son conscientes de que más que ayudar complican la recuperación? ¿Saben qué es la inteligencia emocional? Y ¿La inteligencia energética? ¿Qué sentido tiene que muestren su pena, pero no su camino de luz y sigan sonámbulas en su qué hacer diario?


Admiro a Carmen Vázquez de Castro porque me invitaba a ser compasivo con todas estas personas, y aguantar carros y carretas, porque podría ser la única manera que saben estas personas de aportar valor y sentirse bien. Personas que necesitan venir a recordarme el accidente, y acompañarme en mi pena. Pero, ¿qué pena? Si ¡estoy muy vivo! Y desando aportar de verdad a los demás. 

Como me explicó Elisabeth Iborra, es momento de anteponerme a los demás, dejar de tener que caer bien, y de gustar a todo el mundo, (deporte que admito, soy un gran profesional). Vamos, amarme a mí mismo, para poder de verdad amar a los demás, porque los que me quieren tal como soy, me van a querer igual. Y los que no, les ahorro sonrisas fingidas. 

En definitiva, aquí ando, con sentimientos contrariados, sobre todo, aprendiendo de la bella lección que me han dado los seres de luz como Jesús  y Maria de Cuenca, y Berta, que me han transmitido su energía positiva a distancia. 

Muchas gracias a todas las personas por sus enseñanzas.

PD: Una amiga me ha preguntado por qué me he ofendido tanto de personas que se han acordado de mí, en un momento de dolor. Sencillo, de nuevo, he puesto a personas en un pedestal, para darme cuenta, que muchas "se vuelven vulgar al bajar de cada escenario" (como dice la canción) al cual las subí sin que me lo pidieran. Pues ya, se acabo, lo de pensar que todo el mundo tiene algo bueno que aportar. Lo cual, no quita que me empeñe en ayudarlas. 

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