Gonzalo Osés

Gonzalo Osés

martes, 9 de octubre de 2018

Sinceridad: la disrupción de la escucha


Cuándo alguien me sugiere una idea que no espero, instintivamente le digo que no, luego, al segundo me pregunto “¿Y por qué no?” Y el siguiente segundo, pienso “tío recula que es una solución interesante”, seguidamente en el tercer segundo le digo “tienes razón”, con lo que a la par que abre los ojos con sorpresa, dibuja una leve mirada sonriente. Tres segundos que combato a diario para aprender a empalizar con lo inesperado y disruptivo, mientras hackeo mi cerebro reptiliano. 

Si ni yo estoy entrenado para escuchar disrupciones ¿cómo me sorprende que las organizaciones se revuelvan en sus entrañas cuando les sugiero ideas por twitter en SU evento?

Más aún, cuando los empleados de marketing que organizan eventos, quieren ser trending topic sin que les distorsionen el discurso que tanto esfuerzo les ha llevado.  Olvidando que son ellos los que posicionan su marca en un lugar de supuesta escucha, disrupción e innovación. Sabiendo que si hacen un evento público se exponen a la sugerencia constructiva externa. La cual, la toman como una afrenta al no tenerla prevista. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Empleados jugando a canalizar disrupción. ¡Tela! 

Lo tremendo, es como ayer, cuando hacen una presentación de un estudio y el investigador que presentaba las conclusiones no sabía entender sus propias diapositivas. ¿Es aceptable en una organización que asesora a otras en innovación? 

Puede que un problema sea que hay muchas empresas donde el/la responsable de marketing también lo es de innovación o de creatividad o de disrupción o de la palabra que no entendamos, pero que si la asumimos como nuestra creemos que vamos a ser empáticos con los clientes. 

Resulta extraño que un valor como la sinceridad, que en teoría es a lo que nos enseñan de pequeños, con el mantra “no mentiras”, nos resulte tan molesto cuando lo recepcionamos, como un gancho a la mandíbula. Es un baño de realidad casi siempre validada, entre lo que realmente somos y como tal nos perciben, y lo que estamos empeñados a querer ser. (Ampliar con el post "¿Qué quieres ser?"). 

Se me escapa por qué hay mentores e inversores de startups que me dicen a viva voz “Gonzalo alguien tiene que ser sincero” o “eres el único que eres 100% sincero”, mientras en los chats de WhatsApp colectivos me den caña… Ok, asumido, aunque me arriesgue de nuevo a una nevera profesional. 

¿Cómo vamos a mejorar si rechazamos de plano la escucha activa? ¿Cómo vamos a reconocer nuestro talento innato si no somos sinceros? ¿Las empresas son conscientes de lo que son en vez de lo que quieren ser? ¿Somos felices en una vida impostada? 

PD: foto de un grafiti de la pared del polideportivo municipal de Manzanares (Castilla La Mancha). 

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