Vaya por delante que el Covid19 es un asesino que se ha llevado al gran y afable motero Emilio Moline, a las madres de Javi y Elena; a los padres de Chema, de Juan y de Carlos, y ha tenido a David de 42 años dos semanas sedado en la UCI, pero ya empieza a mejorar; también ha sacado lo mejor del padre de Mónica para escapar del bicho, y volver a poder disfrutar de su hija y su nieto.
Desde aquí todo mi cariño, mi respeto y admiración por esos miles de sanitarios españoles que no dudaron en ayudar sabiendo que se iban a contagiar, cuando no había un mínimo de EPIs, al contrario que muchos sanitarios europeos que hasta que no tuvieron los equipos no se expusieron al bicho. Vuestros compañeros europeos os llaman los kamikazes, para mí héroes. En especial a mi sobrino Juan Pedro cirujano de un hospital de Madrid, que siempre ha estado al minuto de enviarle un WhatsApp dándome siempre tranquilidad.
También agradecer al personal de los supermercados su trabajo, y en especial a mi primo Pablo, por hacerme la compra semanal durante este mes, entre corona y postcuarentena. Era un regalo hablar cinco minutos en directo con una persona que está a cuatro metros, en vez de en el móvil.
Dicho esto, y pasada ya un tiempo prudencial vuelvo a mi blog, a narrarte cómo he vivido compartir piso con Covid durante unas semanas. Pido perdón si hiero el sentimiento de alguien. Han pasado unas semanas y ya conozco a una decena de personas que lo han pasado más o menos como yo en modo leve. Pongo las tres viñetas que a mí me han ayudado más para entender lo que tenía.
Lo que he aprendido de esta experiencia es ¡HUMILDAD!
Me contagie por chulo y bravucón, aunque veía lo de China, e incluso Italia, en mi actitud prepotente de primer mundo, recluido en la burbuja europea, no creía que fuera más allá de cómo fue el Ebola, ¿te acuerdas del nombre del perro que sacrificaron? De hecho, me atreví a escribir en este blog que, si convocaban el estado de sitio, me lo iba a saltar… gilipolleces de un inconsciente.
El miércoles 11 de marzo creo que se suspendieron las clases en Madrid, pero yo tenía una reunión muy importante el jueves 12, y no sabía lo que era Zoom. Tuvimos la reunión en una oficina separándonos más o menos un metro, después me fui andando a una mentoria que tenía del SEKlab, estaba vez una comida en una terraza y por si acaso, no toque nada que tocaría la otra persona a un metro de mí. Por suerte, no se la contagie.
El viernes 13 en el chino al lado de mi casa, vi que vendían guantes desechables, un mascarillas, y entre todas había unas que decía que eran mejores por ser ffp2, a 8 € la mascarilla, las cuales compre, ya que siempre compro lo más caro, aunque no tenga ni idea el por qué de esa abismal diferencia, las de tela costaban 1 €. Y con ella y los guantes me fui a comprar mientras se declaraba el estado de alerta. La gente me miraba raro.
El domingo 15 decidí que desconectaba de la radio, los periódicos y las redes sociales, menos mal que no tengo tele. Me centré en mí, en comprender que me iba a pasar un tiempo encerrado en mi casa de 70 metros cuadrados mirando a dos patios. Lo bueno, es que teletrabajo desde hace una década. Además, tenía varios proyectos por delante que se podían trabajar desde el portátil.
El domingo por la tarde, al mirar un mail de curro, vi que una de las personas que había estado en la reunión del jueves, nos decía que su mujer (médica) había dado positivo en corona virus, y lo más probable es que él también lo tuviera… Menos mal que lo leí el domingo por la tarde donde ya había tomado la decisión de alejarme de la exaltación mediática.
Lunes 16, todo bien, sin ningún síntoma, por si acaso me empecé a tomar la temperatura con dos termómetros. Intentaba con el curro distraerme del miedo que tenía a desarrollarlo, porque esos días la información daba pánico, solo había ejemplos de UCIs desbordas y fallecidos, pero de pasarlo como una “gripe” nada de nada. Así que, reconozco que me la espera, o la expectativa me iba estresando por momentos.
Negar al Covid19
El martes 17 después de comer, me empecé a sentir cansado, me dolían los músculos de la espalda, y tenía escalofríos, me toqué la frente y estaba caliente… Me tome la temperatura y un termómetro me daba 37,4 y otro 37,6… ¡Mierda! Pero esto no es fiebre, son unas décimas… Con los días descubrí que mi temperatura es de 35,6 con lo que eso era como tener 38 y pico, que ya sí era motivo de preocupación. Esta vez, mi ignorancia, para compensar mi bravuconada de la semana pasada, me salvó de no agobiarme más y tomármelo como una fiebre suave… Como ves, ya estaba en modo pensamiento positivo.
Busque Paracetamol, pero no había en casa, menuda forma de acumular provisiones la mía. Salí a la farmacia de mi calle, con la mascarilla y los guantes, comprar, dar las gracias y caminar de vuelta 100 metros a mi casa, por una calle vacía que solo vi a dos o tres repartidores y otros perros paseando a sus dueños humanos. Eso en una calle de tres carriles en cada dirección da la sensación de desierto. En ese momento no pensaba que me pasaría más de un mes sin salir de mi casa.
El miércoles 18, la fatiga se va adueñando de mí, levantarme, andar tres metros para ducharme empieza a ser una tarea que me cuesta hacer. Encima, como autónomo tengo una manía que es solo tomar paracetamol cuando la cosa sea insostenible, creyendo que si me atiborro pierde el efecto… error, con el paracetamol no hay memoria del cuerpo. Así que creyendo que hasta que no tuviera 38 no me lo tomaría, pase una tarde del miércoles fina con 37 y pico.
El jueves 19 en la video llamada que tenía diaria con Jaime mi socio de la srtartup de comida, me saca a dudas, y me dice “deja de negarlo, tienes un cuadro leve de Corona, mira ha salido esta web app para autoevaluarte, y toma todo el Paracetamol que veas que no tiene efecto memoria”. ¡Gracias Jaime! A la comida, empecé a tomar Paracetamol y menos mal porque a las cuatro y media de la tarde, antes de la video llamada con mis padres tenía 37,6 de fiebre, con paracetamol incluido… Ese día volví a escribir en el blog, por ser mi sexto cumple mes tras el accidente de moto de septiembre. Me obligue a escribir, pero pase de enviárselo por WhatsApp a mis amigos, aparte, estábamos todos muy saturados de tanto mensaje alarmante.
El viernes la fiebre no pasó de 37,6 que tuve antes de comer y tomarme el paracetamol. El cual, estaba haciendo su trabajo y la mantenía por debajo de 37. Seguía cansado, a lo que se unía que toda la comida me sabia igual, insípida, ¡a mí! Que tengo el hashtag de comida en Instagram #nosolopapas. Tela. Daba igual lo que cocinara, hasta si le echaba pimienta jengibre y ajo, que aquel guiso no sabía a nada.
Ese pequeño respiro del viernes coincidía con lo que me llegaba que eran tres días hecho una mierda, un cuarto más sosegado, que el quinto se complicaba y luego se iba poco a poco…
El sábado 21 en efecto los 37 de fiebre los tuve desde las 8 de la mañana, por mucho paracetamol que me tomara cada 6 horas…
Mi rutina consistía en dormir 8 horas, despertar, tomarme la temperatura, apuntarla en una hoja, dar las gracias porque la fiebre no subiera, ni tuviera tos seca, y sobre todo por no tener falta de aire, porque eso me llevaba a irme a un hospital con la que había liada. Me sentía ayudado por la autoevaluación que me hacía cada 12 horas en la web app de asistencia Corona Virus de la Comunidad de Madrid para autoevaluarte. Además, varios días que me salía “sintomatología compatible con corona virus en modo leve”, me llamó una amable persona, para ver cómo estaba. Agradecer la paciencia infinita de esa profesional, porque me dejaba explicarla con pelos y señales cómo me encontraba. Agradecía que me escucharan.
Me costaba convencerme de levantarme para ducharme e ir luego a desayunar. Entre que me auto convencía y lo realizaba pasaban dos horas. Luego sesión mañanera de Netflix alternada de leer algún WhatsApp, leer Twitter, y Facebook. Levantarme, ir a la cocina a calentarme comida insípida, volver al salón y otra sesión de Neftlix, video llamada con mis padres, y otra vez series hasta las ocho de la tarde que conseguía ponerme de pie para aplaudir por la ventana. Hubo un día que me costó bastante estar aplaudiendo más de un minuto, y lo tuve que dejar.
Soy un conector, y una cosa que me llenaba de alegría cada día era cuando localizaba una noticia en las redes sociales o en mi WhatsApp de necesidades de alguna residencia o colectivo y se la hacia llegar a Mauro cuya empresa está ayudando de forma desinteresada. O enviar información interesante a periodistas, o conectar a una persona necesitada con la que se lo podía solucionar.
El domingo 22, la cosa fue bien, sería mi cabeza auto convencida que ya se estaba pasando, otra vez la rutina, y cada vez comiendo más pasta por lo fácil que es cocinarla y comerla.
Lunes 23
Amanecí con los consabidos 36,7. Esa mañana me dio pereza seguir la rutina, y me quedé en la cama, sin desayunar ni tomar el paracetamol, prefería quedarme en la cama que anda 10 metros a la cocina… A las dos de la tarde, me levanté, y me fui a la ducha con el objetivo de poner un poco de orden en mi vida.
Tras ducharme me sentí muy muy muy cansado, mucho más que estos días, podía ser una bajada de tensión, cogí la pesada toalla y…
… Notaba agua caliente por mi cara, abrí los ojos y vi las cortinas de la bañera, y el techo, y el grifo abierto al lado de mi cara. ¿Qué hacía tumbado en la bañera? Me puse de pie, salí de la bañera y…
… Abrí de nuevo los ojos y veía el techo del baño, estaba vez estaba entre el wáter y el bidé, ¡mierda! Me había vuelto a desmayar. Al levantarme vi que había movido a la tapa de la cisterna y doblado el soporte de hierro donde pongo el famoso papel higiénico. No sé con qué le daría, por lo menos la cabeza no me duele. Conseguí levantarme, y sin secarme, me fui a hacer la travesía del desierto, esos 10 metros que me separaban de mi nevera, donde comería chocolate para meter azúcar en mi cuerpo…
…Tengo frio en la espalda, abro los ojos, y veo mi cocina, al parecer estoy sentado en el suelo, apoyado en la pared. No hice el esfuerzo de levantarme, tan solo, me quedé un rato tirado en el suelo a medio metro de la nevera. Aceptando que el Covid19 hacia conmigo lo que le daba la gana.
Ahí aprendí una gran lección de humildad, y empecé a pensar que el bicho estaba diseñado en un laboratorio, porque jugaba con la mente humana, cuando parecía que se iban los síntomas, y te relajabas, te daba un zasca en el alma. Se vale de una excelente estrategia que es quitarte las ganas de comer, con lo que es más fácil atacarte al servirse de tu debilidad, además, a mi me dio por tener diarrea, así que era bastante rollo comer para echarlo en unas horas.
Sentado en el suelo, whatsappee a Juan Pedro, cuya respuesta fue clara, "¡come! Y mantén una rutina de 5 comidas al día y Paracetamol, y si te falta el aire y no te atienden en el teléfono de urgencias me llamas". Después busque en Google "desmayo Covid" y me encontré las viñetas de Mónica Lalanda que me siguen acompañando.
Me levanté, abrí la nevera, alcancé el chocolate, partí unas onzas y me comí. Seguido, empecé a calentarme comida, estaba vez un brócoli que me diera energía. Casi no esperé a que se cociera y me lo comí con mayonesa ahí de pie frente a la encimera, en pelota picada y sin secarme el agua de la ducha. Tras comer, y tomar el paracetamol, y la videollamada diaria con mis padres, la fiebre volvía a 37,7….
Desde ese momento, me volví firme en las comidas y el paracetamol intentando ponérselo un poco más difícil. Incluso empecé a merendar, y comer lo más posible frutas y verduras en vez de pasta y pan.
Se ve, que el bicho se aburrió de jugar conmigo como si fuera su sparring. A partir del día siguiente, fue bajando la fiebre, empecé a recuperar algo el sentido del gusto, y poco a poco fui recuperando fuerza física.
El miércoles 1 de abril volví a los 35,6 grados de temperatura.
Por delante me quedaban otros quince días de cuarentena sin salir de casa. De nuevo, gracias a mi primo Pablo que me traía la compra semanal. En esas semanas aproveche para recuperar curro atrasado de mis mentorias online de la EOI. Las cuales también han tenido su intríngulis en mi salud, pero tras salir después de un mes de casa, para ir a la médico y ver que era por estrés y tener las defensas bajas, en vez de por el Covid19, pues ¡Alegría por vivir!
Mis conclusiones:
- Me ha servido para ser más humilde, ahora estoy aquí, a lo mejor mañana no estoy, y si fuera así, cero reproches, vivir y ser hoy en plenitud, que las limitaciones físicas no me doblegan.
- Qué bello es vivir, y tener fuerzas para andar por casa, y hacer las tareas de la casa. Y sobre todo compartir y preocuparte por tus seres queridos.
- No me arrepiento de haberlo pasado en solitario, así no contagie a nadie, y en los momentos complicados al desmayarme, la primera y la segunda caídas seguramente hubieran pasado igual estando acompañado o no. ¿os ducháis con vuestra pareja y la puerta del baño abierta? El resto del tiempo me he sentido muy acompañado por mí mismo, mis padres, Mur, Jaime, Juanpe, Pablo y Mauro.
- Sobrevivir al covid19 depende de la carga vírica que contacte contigo, tus genes, tus enfermedades, la actitud positiva ayuda a ralentizar el miedo, y hay algo más que todavía no sé lo que es.
Un abrazo, muchos ánimos, y sobre todo mucha paciencia contigo mismo, con el bicho, y con tu entorno que está tan a verlas venir como tú, y reaccionaran de la forma que menos te esperabas para bien y para mal.
Es la vida, vivámosla como un regalo que es, el tiempo que estemos aquí amando más y odiando un poco menos a los que no comprendas.