Este puente he estado en casa de mis padres, cada mes intento volver unos días a reconectar con mis raíces, a la base de rompehielos mentales que han sido y siguen siendo mis padres, para alinearme y ver que está en nuestro ser, ser rompe bloqueos grupales.
Pues bien, aunque intento empatizar con ellos, reconozco que muchas veces soy impaciente y no espero a que aterricen en la flipada que les estoy diciendo. De hecho, en mi familia paterna tenemos un defecto, que es no comprender cómo personas que admiramos tanto, no alcanzan a pillar ciertas cosas a la primera, con lo que nos cogemos un rebote de aúpa, elevando el tono, complicando la comunicación, y destruyendo la creatividad del momento. Porque dos no dialogan si uno no permite que le escuchen.
El caso es que mi madre cansada de no amarrarme a puerto, me dijo, “Gonzalo, a nuestra edad nos hacen descuentos en el autobús, en el cercanías, en el cine… así que, haznos tú también descuentos a la hora de plantear cosas que o bien no hemos entendido, o no lo hemos oído bien, o no lo conocemos tanto como tú.
…
¡Game over!
Toca de nuevo reseteo, ponerse otra vez en modo aprender, aplicarse lo que predigo en el ámbito profesional, por mucha cuchara de palo que haya en casa de herrero. De hecho, a mis alumnos les digo que, a la hora de crear un blog, como herramienta de marca personal piensen en que la mayoría de personas que les puedan leer, saben de lo suyo lo mismo que un niño de 8 años. Habrá excepciones, pero no tendrán un conocimiento profundo de la materia, y he ahí el quid de la cuestión.
Pues eso, que recoge el guante de mi madre, y lo elevo a conocimiento relevante a través de estas líneas, al ponerme la premisa del descuento, cada vez que hable con una persona, dejando un margen para que no entiendan nada de lo que digo, y no pase nada, no me afecte, y al revés, pregunte si lo han entendido, valide si mi locución es la adecuada, para crear un dialogo fructífero.
Porque como acabo de aprender en mi clase de voz de hoy, si alguien no comprende algo de lo que decimos, la culpa es nuestra por no saber transmitirla lo que queremos comunicar, tanto en el fondo como sobre todo en la forma.
Como siempre los padres ponen las cosas muy sencillas de entender. La sabiduría tiene que ver mucho con la sencillez. Y yo tengo que aplicarme el cuento también
ResponderEliminar