Gonzalo Osés

Gonzalo Osés

sábado, 22 de febrero de 2020

First Lego League Madrid 2020


Reconozco que lo de hacer cosas normales y rutinarias me aburre solemnemente. Para combatirlo nada mejor que asistir a las clases magistrales de innovación a la par que gestión de talento, que nos imparten los equipos de cuatro a diez personas, entre 10 y 16 años que concursan en la First Lego League. Hoy en la final autonómica madrileña en la Universidad Camilo José Cela.

Es un placer ver cómo proponen soluciones al desafío lanzado este año para hacer ciudades sostenibles, y cómo les condiciona el ecosistema donde viven, así como la educación que están recibiendo tanto en el cole, en casa y en su localidad.

La selección se divide en dos, por un lado, las misiones que ponen a prueba el robot que son evaluadas por los árbitros, y por otro una presentación ante los jueces donde se analizan el proyecto científico que han creado planteando su solución al desafío y cómo la han investigado y desarrollado; los retos que han superado en el diseño del robot tanto en el hardware como el software; y sobre todo, y casi lo más importante para mí, si realmente se han divertido y cómo han fluido los talentos de cada miembro del equipo, respetándose para conseguir un resultado exponencial. 

Ganar esta fase para ir a la final nacional se suele conseguir cuando se juega unas cuantas ediciones, y se va asimilando la esencia de los valores de la FLL, olvidándose de las ansias de las direcciones de los colegios por ganar, de la presión de los padres retransmitiendo en directo su presentación, de que en vez de un examen es una fiesta, de las directrices de su entrenador, y sacando su esencia, su compañerismo, su convivencia, sus capotes que se echan los unos a los otros, y se dan la oportunidad de volver a ser niños y adolescentes, a jugar, a experimentar, a atreverse a bajar la luna para echar un partido, sin perder la esperanza y la ilusión por la que todo se puede lograr.

Este año, un equipo compuesto por mujeres ha arrasado, puede que si se suma tecnología, método y compañerismo bajo una visión femenina, se dé con la clave alquímica del éxito. Mucho que aprender de ellas. 

Lástima que hasta el año que viene no se dé la próxima clase magistral, mientras llega ese momento, me quedó con las reflexiones y las reacciones de mis profes, para seguir ampliando el campo de juego de la educación que nos traemos entre manos, y que en un par de décadas lideran ellos. Gracias.

¡Pleno aprendizaje!

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