Gonzalo Osés

Gonzalo Osés

sábado, 12 de octubre de 2019

Dejarse ayudar

¡Joder!  

Como ayudador que soy, ¡Qué difícil es dejarse ayudar! 

Porque de forma natural creo puentes que acercan personas que están a ambas orillas de un río intentando dialogar. Tan solo por el placer de hacerlo, sin esperar nada a cambio, sin el marketiniano gesto de dar para recibir, con el que el vetusto sistema educativo social intenta reinventarse, tras siglos de promocionar la competencia entre personas recién nacidas, sin hacer caso ni de sus dones ni sus talentos. 

Vale que seamos seres sociales, porque se nos ha olvidado curarnos y educarnos a nosotros mismos. Y tengamos que ceder para que otras personas nos ayuden. E incluso cuando tenemos un grave accidente, como me pasó a mí hace tres semanas, el equipo médico de la UCI del hospital Virgen de la Salud de Toledo, no solo me salvó la vida, si no que evitaron que tuviera graves secuelas físicas de por vida. Gracias.

De la misma manera, estoy recibiendo la energía en forma de reiki a distancia, de personas de luz, que me están ayudando mucho en la recuperación de mi cuerpo a una velocidad que me asombra hasta a mí, comparando con otras lesiones que tuve por caídas en carretera en otras décadas. Quizás, la clave de su ayuda es que me la han dado sin esperar nada a cambio.

Y tienes que entender, que no se trata de recuperarme para estar cómo antes del accidente, si no, comprender qué mentalidad y actitud me llevaron a esa situación, a vivir mi vida en automático. Toca sanarme y encarar esta oportunidad vital de forma plena y consecuente con quién soy, y lo que he venido a aprender, transmutar y qué conocimiento aportar a la sociedad. 

Lo difícil, llega cuando decenas de personas quieren ayudarte con su presencia física. Así que hace dos semanas, aprendí a ser asertivo y bajar del pedestal a las personas que más que ayudar, querían limpiar su energía con la mía, poniendo en valor lo que creían que me ayudaba cuando lo único que hacían era inflar su ego. 

Lo realmente complicado, viene de mi círculo más cercano, sobre todo de mis padres y amigos, que por fin, los cuento con los dedos de las dos manos, y no con el Facebook, los cuales han dejado lo que estaban haciendo y se han venido, a cuidarme, todo el día (mis padres) o a ratos (mis amigos). Al principio, cuando estás sin energías y sin casi fuerzas, se agradece todo. 

El problema comienza cuando empiezas a recuperarte, cuando tus genes te recuerdan que has nacido para estar de pie, para andar, para valerte por ti mismo para aportar a los demás, para poner en valor a cada persona.

Aquí es donde te cortocircuitas, por ejemplo, con los enfermeros que piensan que tu cuerpo es como un saco de patatas, porque pueden pensar que la mayoría de personas al nacer delegan todas sus decisiones y deciden ser ovejas, para que otros decidan por ellos qué, cómo y cuándo. Pero los que hemos nacido lobos, intentamos valernos por nosotros mismos. ¿Por qué les cuesta tanto preguntar si puedes hacer una cosa? Es la forma más sencilla de aceptar que todavía necesitas su vital ayuda para moverte o trasladarte.

Lo realmente jodido de gestionar, es cuando el karma se venga de mí por la cantidad de personas que he subido a las mesas para que desfilen su talento, y sean conscientes de que son la referencia en lo que les apasiona, en vez de sentarse tras las mesas de forma sumisa para aprenderse de memoria lo que diga el docente de turno. 

Pues el karma me está dando con toda la mano abierta. Porque al final, en las personas que más confío, las que lo dan todo por mí, desde mi vida, a su tiempo lineal actual, utilizan una estrategia que para mi asombro también obtienes iguales o mejores resultados que los planificados por mí, en mi día a día actual, donde la acción más nimia es digna de un gabinete de estrategia. 

Moraleja, la lección de esta semana, es aprender a tener paciencia, y a dejarme ayudar, por las personas que realmente son mi círculo cercano, y por los profesionales sanitarios que me están ayudando a estar cada día más sano. Me da que debe ser el colmo de un ayudador, dejarse ayudar. 

¡Feliz paciencia!


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