Cierto es, que cuando me voy más de dos semanas de la piel de toro, a la vuelta, lo primero que degusto es un huevo frito con sus puntillas, en el que mojar el pan nuestro de cada día. A la vez que, el huevo es el mejor ligante para consensuar y normalizar a ingredientes antagónicos como pueda ser un revuelto, o nuestra querida tortilla patria, que lo aguanta todo.
Bien, pero aunque el destino sea el mismo, mola más ser pollo, andas un camino con más esfuerzo, pero te da tiempo a cambiar de estado de la niñez liquida a la adolescencia sólida, con todo un desarrollo personal, y con la capacidad de sentir que amanece que no es poco. Lo mejor es la posibilidad de sentirte parte de un colectivo,al relacionarte con otros pillos pollos, para piar en busca de jarana.
Visto lo visto, ¿no crees que es más humano montar el pollo que montar la clara?
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