Los dos últimos
días he estado yendo a clase de economía colaborativa, impartida en el encuentro Sharing Madrid organizado por Adigital. Como no soy muy de perjuicios,
enseguida me di cuenta como los Airbnb, Cabify o BlaBlacar son la punta de un
iceberg que ya lo han utilizado más de la mitad de los españoles durante el año
pasado. Entonces, ya no es un nicho de mercado, si no como argumentaba Gemma
Domenech de la Generalitat de Cataluña, “la economía ya es colaborativa”, y por
ejemplo da trabajo a la par que genera ingresos a 1.000 taxistas madrileños con
la aplicación Micocar taxi que les ayuda a tener clientes en sus horas valle,
consiguiendo los clientes descuentos entre el 10 % y el 50%.
Otro ejemplo, es la
plataforma de educación Tutellus donde cualquiera puede ser profesor o aprender
aquello que desee con videos, y ya tiene un millón de usuarios, y si lo estás
pensando no es competencia de ninguna universidad, al ser tan sólo el canal, el
competidor serías tú, si te decides a ganar un sueldo aportando valor enseñando
a otras personas aquello que te apasiona y haces tan bien, y casi seguro que no
es tu trabajo actual, el cual casi seguro que en un par de lustros desaparecerá.
O como la tecnología
blockchain permite como dijo Carlos Kuchkovsky realizar
trueques en tiempo real con total confianza, porque como explico de forma
magistral Jaime Rodríguez, la economía compartida es la economía de la confianza
entre pares. Puede ser que un futuro no haga falta un regulador público al
estar toda la información visible para todos los nodos de la cadena, como en la
internet original que era bidireccional y quien aportaba algo sabía quién lo
utilizaba para sus propios fines.
Como dijo el
visionario y facilitador Rafa Martínez-Cortiña “en dos años se llamará ECONOMÍA”.
Para ello, es necesario que todos seamos empáticos con nuestro futuro, y lo
compartamos. Es decir, tenemos que aprender a escuchar y a llegar a acuerdos
que beneficien al consumidor y potencial nuevo ofertante, muy a su pesar de los
lobbies tradicionales, los cuales están de uñas. Como decía Juan Antonio Orgaz “a
veces la administración para salvar a un muerto, crea un monstruo”, o el evangelizador
de innovación Javier Sirvent “cuando en USA se crea algo, en China se ponen a
fabricarlo y en Europa a regularlo”. Ninguna regulación ha satisfecho a todas
las partes, pero en este caso, se requiere que la administración municipal,
autonómica y central, acuerden una voz por encima de colores, y escuchen de
forma activa a interlocutores como la Fundación FIDE, que lleva un lustro
creando encuentros entre las partes en discordia.
En definitiva, en la transformación vital que estamos viviendo por la vía digital, está todo por hacer, por legislar, por desofertar y volver a hacerlo adaptándose
a la demanda, empleándote de nuevo, donde la actitud constructiva es clave para
regenerar la economía y con ello la sociedad con fines más humanos, ósea compartidos.
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