jueves, 8 de junio de 2017

Es el tiempo, estúpido


El lunes pasado cumplía 42 años, y puede que sea porque estoy madurando, pero de repente me di cuenta que no deseaba especialmente ningún bien material. A ver, antes de que saques el colmillo, claro que soy parte de esta sociedad, y no me importaría que Amancio me donara unos milloncejos de esos que le sobran, y tener un yate y un… vamos lo del anuncio de la primitiva de la zanahoria que nos ponen delante para que sigamos consumiendo, y cómo no lo tengo, me genere ansiedad y…

Retomemos la conversación, sabiendo que lo de la primitiva es plan C, realmente me di cuenta, ¡por fin! Que, si bien el dinero ayuda y mucho a estar alegre, en el fondo, cuando haces balance de tu vida, no es echas de menos lo que no tenías materialmente, si no el tiempo que no te regalaron otras personas para estar contigo.

También voy aprendiendo a aguantarme a mí sólo, sin tener que estar llamando o feisbuqueando para sentirme acompañado. Por fin, empiezo a valorar mi tiempo de vida real, este momento en el que estoy escribiendo estas líneas, incluso a ser consciente de que lo disfruto. Puede que, aprendiendo a valorar mi tiempo, aprenda a valorar más el de los otros. Cuanto me recuerda esto a que la mejor manera de ser empático con un decisor de compra es valorar más su tiempo que el mío.

En definitiva, ya he empezado esa etapa en la que el tiempo es la clave, es lo único que se nos escapa y no podemos controlar. Sí, puede que lo alarguemos de forma indefinida siendo inmortales, pero cada año desaparecerá, aunque cumplamos mil.

Al final cada persona o bot te regala su tiempo si tú eres consciente de lo valioso que es, no se trata de dar para recibir en un futuro, si no, de darlo porque se disfruta regalándolo, sin buscar contraprestaciones ni zanahorias mentales o afectivas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario