Los berenjenas exigieron santez
al bipartidismo, y ahora estos se la han devuelto recordándoles la insensateces
que se pueden escribir en Twitter, la cual, no es Snapchat (se autodestruyen los mensajes).
En la red del pajarito hay que saber nadar y guardar la ropa, o buscarla y
lavarla antes de presentarte a unas elecciones, sino quieres meterte en un berenjenal, que tuitear no es tutear.
El sábado no hubo Tamayazo sino
Zapatillazo. Cual troyano, pilló de fiesta a los communitys zapatistas, con lo que entramos tod@s los tuiter@s al trapo. Nos hemos puesto a caer de un
burro con una facilidad pasmosa, que buenos somos criticando y que flojillos
aplaudiendo.
Todo este
ruido de palacio, nos distrae: hay un
montón de padres e hijos parados, la crisis sigue galopando a sus anchas, al que se fue a Milán la dama de hierro le va a quitar el diván, los partidos más votados en las comunidades
de Andalucía y Madrid son los que tienen casos abiertos en los juzgados por corrupción,
y gracias a la presión de la naranja mecánica están echando a sus imputados, y
parando los planes de privatización de hospitales…
La semana
pasada acudía a la presentación de un programa para desarrollar el talento de la Fundación Transforma España, en la que Eduardo
Serra les decía a unos millenials "los jóvenes sois el
motor del cambio”. Si una cosa tienen buena, es que tanto el ruido del “y tú más” político como el de las marcas se la trae floja. Muchos han dejado de arrastrarse
suplicando trabajo, para lanzarse al precario auto empleo del emprendedor, pero
con un sueldo emocional más acorde con su actitud y su modo de vida, como tan bien describe Juan Luis Polo.
Mantengo
la esperanza que en algún momento, desconectemos de la bronca continua, y
hagamos bueno aquello de que los opuestos se atraen, donde se junten la usabilidad
de los nuevos entornos que controlan los millenials, con la experiencia acumulada
de los cincuentones (El campus de Google de Londres apuesta por ellos), y el campus madrileño acaba de abrir sus puertas para crear valor
tangible, en vez de tanto ruido mediático.
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