El reto de retos
es volar, siempre lo he hecho con la imaginación, y he vivido la mitad más de
la mitad de mis 42 años en las nubes, incluso al provocar un proceso de design
thinking, buscas que las personas vuelen olvidando sus prejuicios, sus miedos y
sus egos, y recuerden al niño que quería ser astronauta… Ahora gracias a Elon
Musk se ha reactivado el tema de volar a Marte, y de tal forma que tengo una sobrina
que se ha metido en aeronáuticas para diseñar naves espaciales… Incluso, en el
post anterior, hacía mención al despegue de La Nave de la innovación del
Ayuntamiento de Madrid…
¿Quién no ha
soñado con planear como un pájaro, sin más tecnología que su cuerpo? Sin alas,
ni aviones, ni veleros, ni paracaídas, tan sólo tú y tu talento, o talante…
Pues lo experimenté ayer en MadridFly, sííí, por fin, he replicado, la figura
que me regalaron mis padres cuando deje la zona de confort de gestionar un
concesionario Honda por estudiar diseño industrial…
Bueno, mi mente,
mi cuerpo, dos monitores y el mayor túnel de viento de Europa de 18 metros de
altura, como un edificio de seis pisos, de tecnología española, y como me decía
mi admirado Nacho Villoch, que ha hecho de todo, menos salto base, tienes la
misma sensación que cuando te tiras de un avión…
No es que sea
falta de modestia, pero al César lo que es del César. Es decir, de nuevo, de
los 10 que íbamos, quede el primero, como llevo haciendo desde pequeño en todos
los deportes de destreza a los que me he enfretado, ya sea el windsurf, las
motos o el skate. Es decir, el primero por la cola, jajajajaja, paquete,
paquete, haciendo todo lo que no hay que hacer para volar, pero me lo he pasado como un enano, incluso en cierto momento, no
podría dejar de gritar:
¡sooooooooyyy
eeeeeeel reeeeeeeeyyyy deeeeel muuuuuundooooooo!
Cuando los monitores Vicente y Max adoptaban no sé en qué posición y me subían en segundos a la cúpula, y descendíamos, como mola descender, como mola bajar, como mola el chute, porque todo lo que sube, baja. Porque las aceleraciones me recordaban a las de mi scooter, embriagadoras pero controladas.
Cuando los monitores Vicente y Max adoptaban no sé en qué posición y me subían en segundos a la cúpula, y descendíamos, como mola descender, como mola bajar, como mola el chute, porque todo lo que sube, baja. Porque las aceleraciones me recordaban a las de mi scooter, embriagadoras pero controladas.
La cosa, es que
la teoría inicial es sencilla, pero luego flotas y te dicen que te relajes para
flotar, la coña, es que yo tenía ninguna sensación, que no notaba nada de mi
cuerpo, tan sólo mis brazos y porque los veía, que, si no, ni sabía que los
movía. Nos decía Javier Sirvent que es como nadar, se va aprendiendo en cada
nueva zambullida, y no lo niego, pero es una sensación curiosa distinta, como
si no tuvieras cuerpo, casi espiritual me atrevería a plantear. Pero eso era en
mi mente, en la realidad estaba más rígido que una tabla…
Desde pequeño, sé
que mis dones no están encima del escenario, si no, detrás, entre bastidores,
repartiendo juego y organizando el tercer tiempo, y sólo me relaje cuando me
subieron arriba, y empecé a maquinar que me recordaba en todo momento, al
aventurarse a ser empresario, a emprender y a una aceleradora de startups, por
la sensación de en la práctica no sentir el cuerpo, ni ser consciente de lo que
hacía, o como los mentores me guiaban para aprender a definir una postura
adecuada cual propuesta de valor, y sobre todo la aceleración del chute cuando
te llevan al cielo de Madrid, cómo cuando te enseñan a abrir una puerta comercial,
a conseguir una reunión, y ese acompañamiento, pero luego lo duro a la par que
estimulante que es echar a volar sólo.
Por supuesto que
es un excelente lugar para hacer ejercicios de team building de empresas y ni
que decir para coach aéreo, pero siempre hay que ir un poco más lejos de lo
planteado, y cuando me ayudaban a volar, sentía que ese espacio era la
cuadratura del círculo de lo que he estado buscando en algo más en desbloquear
mentes. Hasta ahora, subía a mis mentorizadxs a mesas para convertirlas en
pasarelas y que fueran y se sintieran cada persona, como lo que es, la
referencia, porque todos tenemos un talento especial, que unido a nuestro
talante real, pero comprobando las enormes posibilidades que tiene el túnel de
MadridFly ya estoy maquinando, para ver cómo alineo los astros y cambio las
mesas por ver la luz al final del túnel de tu éxito profesional.
En unas horas
empezaré a mentorizar en el programa de mentoring de Mujer Ingeniería, a la
ingeniera Viviana Jaqueline Castro experta en estructuras cimentaciones y
materiales, y tengo que reconocer que me ha venido a huevo la experiencia de
ser empático con los materiales con entender que con sólo mover la cabeza ya
subes o bajas, o girar con las manos (la teoría, Sirvent con 20 minutos de vuelo
ya sabe hacerlo). Y luego, investigando he alucinado con que la propia
estructurada es la más innovadora de Europa.
Entre tú y yo, ya
nada será lo mismo, y ni de coña volaré como lo hace la sonrisa con patas que
es Yago Uribe, o como Pablo Herreros que me da que va a tener que hacer una
versión de su libro “El poder de las personas” y añadiría “volando”, o Mar
losada a la que flipabas como le pillo el tranquillo a la primera o la creetiva
Elia Cortes… pero el poder tener la sensación controlada de volar, es la …… y
por ello, les sugeriría que aparte de los modos de vuelo Fun (iniciación) y
Pro, crearan el FlyCoach, y que directamente te subieran arriba, porque es un
regenerador de neuronas, de energía positiva… En vez de agujetas, tengo mi ser
conectado y sonriente, disfrutando plenamente del aquí y el ahora, cual
mindfulness 4.0
go gO GO!
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