martes, 5 de abril de 2016

Éxito y niños depresivos


Si la semana pasada me declaraba agnóstico de la felicidad, ésta me declaro agnóstico del concepto tener éxito, como un complemento de eso que llamáis felicidad. Cuando le preguntas a bocajarro a alguien que quiere ser, te dice casi seguro que feliz y a continuación lo remarca con “tener éxito”. Ser y tener la tormenta perfecta de la antigua era económica en la que estamos inmersos los pre millenials.

Empresas como Air bnb, Bla Bla Car dan buen rollo y nacen en un marco estratégico cultivado por su propia generación, que no pudo acceder a una hipoteca de una casa, ni de un coche para sentirse feliz ni exitoso. La primera no tiene habitaciones, la segunda no tiene coches… Y no sólo lo consumen los que alcanzaron la mayoría de edad en el milenio… que ahora rondan los treinta años.

Fue el sábado pasado al desvirtualizar a la coach Henar Moreno cuando me di cuenta que depositar el éxito en los demás o en algo exterior carece de sentido. Al final, el éxito es algo parecido a sentirse a gusto con uno mismo, se haga lo que se haga, sin metas exteriores ni notarios que avalen tu éxito, ni cimas personales que subir. Así que éxito, go home, exit.

Y la movida es, por qué somos tan inocentes y confiamos nuestra alegría y existencia a valores antinaturales, ¿será comodidad social? ¿Será delegar la existencia a los demás? ¿Cuándo estos pasan en quinta de lo que te ocurra? El profesor no lo es 24 horas al día, ni tus padres pueden serlo toda la vida, y la sociedad, los medios de incomunicación no pueden ser la causa de todo…

Dice el filósofo Norbert Billbeny que “el éxito es ir de fracaso en fracaso sin desesperarte”, eso es como decir que calor es igual a frío. Una incongruencia conformista en toda regla. Al igual que en USA dicen que fomentan la resilencia al fracaso, y que hasta que no fallas cuatro o cinco veces no aciertas… 

Pero yo me pregunto, si somos plenos con nosotros mismos, nuestra existencia será exitosa y por tanto, no habrá fracasos. Habrá otras cosas, pero no fracasos, ni tropezar en piedras.

Y toda esta retahíla viene a colación porque a los post generación Z (de momento sin etiquetar, a ver cuánto les dura), al 50% de los niños alemanes, ingleses… se les medican pastillas contra la ¡depresión! Acabáramos… 

Basta ya, de la cultura del burro y la zanahoria, a todos los docentes que estáis innovando, pero que al final tragáis con carros y carretas con la cultura del esfuerzo que dignifica al ser humano, al moldear la voluntad. En breve podréis deshaceros de esas alforjas con la tecnología que esta a punto de presentar Javier Sirvent, con la cual, el aprendizaje será un 27% más rápido... Adiós a los TDA médicados. Los niños podrán volver a ser niños. 

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