Puede que te pase como a mí, que ya casi no entro en Facebook, más que a colgar las entradas de tu blog, y te encuentras con este símbolo que te recuerda en notificaciones que algún "amigo" tuyo muy cercano ha publicado algo, cuando hace un año era lo más normal del mundo.
Con la excusa de Cambridge Analityca, aproveche para dejar de contar a miles de personas que casi no conozco, que hacía sentía y pensaba a cada instante, y sobre todo al Gran Hermano de la red social de captación de datos.
Con la excusa de Cambridge Analityca, aproveche para dejar de contar a miles de personas que casi no conozco, que hacía sentía y pensaba a cada instante, y sobre todo al Gran Hermano de la red social de captación de datos.
Desde entonces, no soy más libre, por la sencilla razón que cada mañana cuando me levanto consulto el Instagram, que es de Facebook. Seré tonto, ahora ya no le cuento lo que hago si no, que le casco lo que me apasiona, y en fotos cuyos metadatos son muy superiores a los de un texto.
Y claro, lo que no le compraba en Facebook, si se lo compro en Instagram, porque es menos invasivo, o eso me ha hecho creer, al ser cosas a las que he puesto una emocionalidad que en sí mismas carecen de sentido.
Por ello, no me queda otra, que felicitar a Mark y a Javier Olivan, al haber aprovechado la crisis de Facebook para convertirla en la oportunidad de Instagram, y darle el espaldarazo que necesitaba para sustituir a Twitter como red de influencies.
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