Últimamente me he
encontrado con diferentes casos de personas en los coworkings de la EOI donde
mentorizo, que, a la hora de reemprender la marcha laboral, tras unos años en
paro, deciden montar un negocio tradicional, de toda la vida, haciendo caso a
los que vamos evangelizando diciendo aquello de trabaja en lo que te apasione
que les vas a echar muchas horas.
Da igual que sea
una papelería o una tienda gourmet, el caso, es que de primeras y con toda su
buena intención, se centran en el espacio físico, en el local, en cómo lo van a
decorar, qué productos bonitos deberán acariciar sus paredes… Como si el
espacio en sí mismo fuera la piedra filosofal sobre la que montar su negocio,
cual EL Dorado que atrajera a los clientes deseosos de dejarse el sueldo en las
cosas que ese lugar mágico contenga.
¿Cuándo les
cuestiono cómo van a traer clientes? Te responden casi al unísono, que
programando actividades como talleres y charlas que los den otros
profesionales, cual flautistas de Amelin.
Su forma de
proceder es muy loable, debido a la educación que hemos creado, porque desde
pequeñitos vimos que era en locales donde se desarrollaba cualquier negocio.
Para más inri, en la supuesta salida de la crisis, lo primero que se ha puesto
en marcha de nuevo es la industrial del ladrillo… ¡ni que fuéramos apasionados
del queso Gruyere!
La realidad, de que los embudos de conversión de ventas y clientes satisfechos que pagan, repiten y
recomiendan, es que, tener un local físico para solventar una necesidad no es
ya imprescindible, e incluso, se vuelve una carga difícil de amortizar, previa ampliación de la hipoteca, por mucho interés actual a valor cero.
Lo que realmente
queremos en una gran mayoría, es tener una experiencia satisfactoria, que nos
resuelvan nuestro problema, y sin en vez de tener que ir a la tienda me lo
mandan a casa, o se realiza la compra a través de una demostración experencial
que nos saque de la rutina, pues mejor. De hecho, ¿Cuántas Termomix se venden en locales?
En definitiva, el
espacio ya no asegura una venta, si no, que es el tiempo que nos dedican de
forma que creemos personalizada, o en grupos reducidos, por lo que pagamos. También lo era antes, pero ahora nos estamos librando de ese costumbrismo. Por ello, a mis
mentees, les invito a que validen la posibilidad de que se pongan en valor y
sean ellos los profesionales que impartan esos talleres o catas introductorias,
porque están desarrollando su pasión, y al ser su hobby saben un montón, mucho más que la media. Ya se sabe, que no hay mejor asesor que alguien que ama
por igual todas las soluciones que puede crear para que florezca una sonrisa en tu ser.
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