- ¿Los
propietarios de la tumba?
- - Nosotras
- - Pues verán
ustedes, la mitad de la lápida está verde debido a las filtraciones que han
aparecido al estar roto la parte delantera del sepulcro. Acérquense, ven la
grieta…
Las hijas
compungidas por la desaparición de su anciana y vitalista madre, giran sus
cabezas intentando ser empáticas con el jefe de la cuadrilla de enterradores. Todo
ello, con el féretro del cuerpo yacente de mi tía a medio sacar del coche
funerario, a escasos metros de una familia que asistimos alucinados a la
absoluta falta de tacto de unos curritos, a los que la despedida vital de un
ser querido les parece el abc de su día a día. Los minutos corren como si
fueran dos equipos de ingenieros estuvieran buscando dar con la clave de cómo
retirar la arena del desierto del AVE a La Meca… Hasta que el nieto mayor de
una de las hijas de la difunta, toma cartas en el asunto, y da unos pasos, para
deshacer una escena típica del mago Berlanga, con un claro y conciso “no es el
momento”.
Tremenda la absoluta
falta de empatía mostrada por este señor, que incluso él no es la persona qué
debe hacer la reparación, que lo decía sólo por ayudar, pero ¡coño! Un poco de
respeto. Pues eso, empatía con el cliente cero patatero.
No hace falta
tener un papel universitario en la pared para tener mano izquierda, para saber
que eso mismo lo podían haber dicho al final del entierro. Basta con escuchar
de forma activa a las personas que tienes delante, EMPATIA. Palabra prohibida
en el sistema educativo y laboral español. Porque las personas que están
delante de los clientes, están vendiendo, están satisfaciendo necesidades o
creándolas, no despachándolas.
Por algo, le
debemos la micro salida de la crisis al turismo barato de sol y playa, porque a
pesar de nuestra absoluta falta de mano izquierda, tenemos la inmensa suerte, de
tener todo el sur del mediterráneo en modo “poco seguro” y de que el turista barato no necesite relacionarse con los despachadores de sol y playa, porque si
no, estábamos aviados.
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